Lunes, 05 de Enero de 2015
Viernes, 13 de Mayo de 2011

Una utopía cumplida

Por Ale Cosin | Espectáculo Los Posibles

Sin textos que puedan brindar una lectura unívoca y complaciente, Los posibles carece de explicaciones dentro de la escena, pero desborda de expresividad y belleza. Y fuera de escena, tampoco es sencillo encontrar explicaciones, narraciones simples que den cuenta del proyecto aparentemente utópico que, sin embargo, está mostrando resultados en el TACEC, área experimental del Teatro Argentino de La Plata.
Km29, responsable de Los posibles es más que un grupo que se juntó a llevar a cabo una obra de danza. Es mucho más que eso. Y es tan complejo explicarlo, entonces, que es mil veces mejor verlo bailar. De todos modos, abordaremos una somera descripción.

Juan Onofri Barbato, bailarín, coreógrafo y docente; trabaja desde 2010 en la Casa Joven La Salle (Centro de Día, de Gonzalez Catán, un centro de integración social) como voluntario para entrenar jóvenes sin experiencia alguna en danzas académicas. Lo hace, entre otros motivos, con el deseo de abrirse del sistema endogámico que se produce en el circuito de artistas vinculados a la danza contemporánea porteña. En abril de ese año, a partir de un encargo para crear una obra en la sala TACEC, y bajo su propia producción, decidió formar un grupo de trabajo integrando a cinco jóvenes de Catán, a los que sumó un bailarín profesional, un especialista en parkour, un músico, un artista de la iluminación y una asistente. Desde allí comenzaron esta ruta artística que combina el doble proceso de formación de los jóvenes y la creación de la obra.
El encuentro con estos pibes del conurbano, que atraviesan en su cotidiano el mundo de la (auto) marginación, la brutalidad policial, la estigmatización social e institucional, la descalificación laboral y el hambre, fue, sin embargo, una fuente de posibilidades creativas y permitió que Km29 se constituyera como grupo “estable”, interpelando, a su vez, modelos de producción de obra y mecanismos del trabajo social actual.
Un primer progreso del trabajo se presentó con enorme éxito en el Festival de Danza Contemporánea 2010, teniendo que agregar funciones por la gran demanda del público. Más tarde empezaron los ensayos en La Plata, para los que la logística se complejizó al punto de necesitar contener a los chicos en varios frentes: desde tramitar sus DNI, hasta perseguirlos por celular para que no faltaran a los ensayos, hasta apoyarlos luego de los maltratos familiares y acompañarlos al hospital.
Ahora bien: la obra no es el reflejo de esa realidad. No es tan lineal, aunque sea posible trazar algún paralelo, por diversas pistas que dan los muchachos en su interpretación y vestuario. Mejor, es una pieza de danza apoyada en dos patas fundamentales: el diseño coreográfico en el que la capacidad de cada bailarín es mostrada sin excesos (sin inferir que será la única vez que se muestre) deshabilitando la competencia de destrezas, y en el que el amplio uso del espacio es primordial. Asimismo, la pieza también se basa en la complementación perfecta entre ese diseño coreográfico con la música y la iluminación, dos elementos que hacen de la obra una experiencia estética plena. En todo caso, el ingrediente exclusivo -recalco- es la energía que ponen los siete intérpretes, que no es pura demostración de fuerza y resistencia, sino algo como un alma que le da vida a la pieza, cuyo generador es el grupo bailando en equipo. En el marco de ese grupo transformado en objeto artístico animado, se pueden apreciar bellos movimientos extraños e inauditos, con un dejo de cultura callejera, sin ser ésa la única forma. Pero también se despliegan miradas cómplices, miradas que acurrucan, danzas en dúos o conjuntos a ritmos variados y en diversidad de planos, gestos mínimos y huidizos, engranajes de cuerpos, pausas, sombras vivas, riesgo contra la gravedad, diálogos silenciosos entre ellos y con el espacio. Pura maravilla. Y una extraordinaria tensión con el espectador, como si los intérpretes fueran maestros de la seducción: por momentos olvidan al público, lo dejan a un lado, se hacen desear; por otros, se enfrentan a él y lo desafían o invitan al juego. Conmueven. Provocan multiplicidad de sensaciones.
Al finalizar verdaderamente dan ganas de más. Envician.
Es importante, hay que remarcarlo, el hecho de que este tipo de obra esté brindándose en un teatro de tal envergadura. Supongo -tengo la esperanza- que éste es un primer paso y que Los Posibles no sólo llegará a presentarse en la capital argentina, sino que recorrerá el país y nos representará en festivales internacionales. No ya como una obra realizada por chicos en situación de marginalidad, sino como un trabajo artístico de calidad factible de ser admirado por públicos heterogéneos. La gran capacidad de este tipo de trabajos artísticos es el hecho de poder ser percibidos y comprendidos desde todas las culturas, la danza es, quizá, la más universal de las artes y ésta no es la excepción.

Publicado en: Críticas

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