Sábado, 10 de Enero de 2015
Lunes, 22 de Enero de 2001

En busca de la sabiduría

Presente Vuol dire Regalo, el texto de Viviana Holz, es portador de gran parte de los clichés del viejo teatro argentino. En su sintagma, la obra contiene los vicios explicativos del realismo reflexivo; una pretencionalidad poética cercana a la propuesta por Marechal y Cortazar; algunos rasgos expresionista tomados de la dramaturgia de Roberto Arlt; y una construcción de personajes deformados y reconocibles propia del grotesco. La obra se configura asi en un verdadero cóctel de viejos procedimientos estéticos puestos al servicio de una fábula que podría funcionar como un ejercicio de taller de dramaturgia, pero que no brinda un terreno sólido para la construcción de un espectáculo en el ámbito profesional. El nivel de la historia nos presenta a Delia, una encantadora anciana que vive sus últimos días en una institución encargada del cuidado de personas de la tercera edad. La protagonista desde ese lugar, cercano a la muerte, nos regala su particular sabiduría. Tanto desde la palabra como desde la acción, la anciana y su enigmático compañero de asilo (Salvatore) brindan sus enseñanzas al grupo arquetípico de personajes que circulan por la escena (la mujer de raíces aristocrática, la asistente con aires autoritarios, y al joven peluquero, homosexual y boliviano). Este universo, tierno y clausurado, en donde algunos personajes parecen transitar sin pasado, y otros lo hacen sin porvenir, le sirve a la autora para desarrollar una serie de temas como la trascendencia, la muerte, la marginalidad, lo religioso, el destierro, las diferencias sociales, la xenofobia, y la idea del presente como un regalo de Dios, de la naturaleza o de los hombres. La dirección de Roberto Villanueva construye una puesta en donde abundan las entradas y salidas. Los personajes circulan por el patio en dónde se desarrolla la acción configurando un continuo desfile carente de valor dramático, y que atenta contra la atención del espectador. Por otra parte la falta de profundidad del escenario hace que el espectador perciba la incomodidad de los actores entre cajas. Estos elementos, por pequeños que parezcan, desvanecen la ilusión y hacen que el publico no construya la idea del ahogo a nivel del imaginario, sino que sienta el ahogo de una manera literal. A pesar de lo enunciado anteriormente, la escenografía de Julio Suárez tiene pronunciados rasgos abstractos que (de no ser por el efecto ilustrativo del nogal maduro del final) propone un interesante juego entre lo cálido de lo cotidiano del texto y la frialdad matemática trabajada en el nivel plástico-visual. Para finalizar, podría decir que el entusiasmo y el compromiso del equipo de trabajo hace que el espectáculo adquiera un valor que el texto no tiene. En lo actoral, este compromiso produce las destacadas actuaciones de Ana María Castel con su exquisita composición de Delia, Iris Pedrazzoli con su creíble Flora autoritaria, y el joven Christian Díaz con la frescura de su peluquero boliviano.
Publicado en: Críticas

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