Viernes, 02 de Enero de 2015
Viernes, 26 de Marzo de 2010

No hay nada más difícil que vivir sin ti

Si Tennessee Williams viviera, sería Romina Paula. Su última obra, El tiempo todo entero, inspirada en El Zoo de cristal, transforma al Espacio Callejón en un mundo sin paredes.

Tennessee Williams (1911-1983) es uno de esos dramaturgos que hay que conocer; no sólo por su enorme éxito y sus constantes reposiciones en cine y en teatro, sino porque ha logrado hacer resonar una cuerda de la condición humana que se mantiene permanentemente sensible. Es uno de esos escritores malditos y sufrientes: aquejado por la difteria en la niñez, cargó siempre problemas nerviosos y cardíacos que se sumaron finalmente al alcohol, los calmantes y demás drogas varias. Para frutilla del postre, llevó, además, una vida abiertamente homosexual en una de las zonas más reaccionarias y conservadoras de EE.UU. La familia hizo lo que pudo, pero tampoco era demasiado sanita que digamos; sin ir más lejos, a su hermana preferida, Rose, le hicieron una lobotomía en 1943, después de haber pasado una buena temporada saltando de un manicomio a otro.
Linda historia para una telenovela; no debe extrañarnos, entonces, que la mayoría de sus obras revistan cierto carácter autobiográfico. Exactamente eso es lo que sucede en El Zoo de cristal (1944), donde la distancia entre lo que se es y lo que se desea es tan abismal como inexpugnable.
La génesis de la obra la encontramos en la depresión económica del ´30, que había obligado a Williams a abandonar la universidad y trabajar en una zapatería. Por aquel entonces vivía en un pequeño departamento con su madre Edwina -que continuamente aludía a los pretendientes que la habían cortejado en su juventud- con su abuela Rose, su hermano Dakin y su hermana Rose. Del padre, viajante de comercio, quedaba apenas un lejano recuerdo. En esta época Rose tuvo su primera crisis nerviosa y le propuso al hermano "muramos todos juntos". Incluso quiso ir a su sesión psiquiátrica armada con un cuchillo. A los pocos días la "histeria" cedió y el médico de cabecera propuso a Edwina concertar un matrimonio para la hija, con supuestos fines terapéuticos que le permitieran preservar su salud mental y física.
En El Zoo de cristal, la historia está narrada/recordada por Tom, quien es poeta pero trabaja en una zapatería para mantener a la familia. Él cuenta cómo su madre, Amanda, (muy apegada al pasado) insiste en casar a su hija Laura, una pobre y tímida renga que pasa sus horas acomodando una colección de animalitos de cristal, tan frágiles como ella. Algunas veces también menciona a un padre que no aparece nunca.
Amanda no se lleva muy bien con sus hijos o, mejor, no sabe cómo entenderlos.
Como Laura no consigue novio, le pide a Tom que traiga a un compañero del trabajo (Jim) para presentarle. Jim y Laura se llevan muy bien, aunque no concretan la relación ya que él tiene novia. Ciertas circunstancias hacen que una preciada pieza del zoo de cristal de Laura se quiebre, lo que genera en eco un quiebre, también, en ella. La obra cierra con Tom yéndose, enrolado en la marina, para nunca más volver.
¿Qué queda de todo esto en El tiempo todo entero? En principio los cuatro personajes (o cinco, si contamos al padre ausente) las relaciones frustradas y cierto clima de incomprensión general. Pero esta vez no se trata solamente de un recuerdo de Tom/Lorenzo, sino que, más bien, estamos anclados en un tiempo presente que reviste un carácter onírico. Pero además, esta duplicidad Williams-Paula se ve elevada hacia una nueva potencia, al incorporarse Frida Kahlo en vida y obra. El padre ausente de la familia es ahora un cuadro, Retrato de mi padre, hecho por Kahlo en 1951.
"Los mejicanos somos así: pasionales", dirá Laura/Antonia, al explicar la letra de No hay nada más difícil, tema de Marco Antonio Solis que suena en el arranque de la obra; ése en el que parece que aquel que canta fue abandonado por una mina aunque, en realidad, él la asesinó y ahora la extraña. Piquetitos pasionales, puñaladas amorosas dan pie a las más variadas hipótesis sobre el amor. ¿Cómo hacen las generaciones para comunicarse? ¿Qué es el amor? Silencio, palabras, nada parece poder explicarlo mejor que el gesto del cuerpo. Pero ese cuerpo está ausente en la nueva discapacidad de Antonia: ahora no es renga, sino que simplemente se rehúsa a salir de la casa. No es que sea agorafóbica, es que desde un tiempo a esta parte no encuentra motivos válidos para traspasar la puerta. Con sus amigos virtuales y sus salas de chat parece tener las necesidades cubiertas. Según ella, gracias a esto no vive dividida entre un tiempo de trabajo y un tiempo libre, sino que soporta su tiempo todo entero. "Sos una persona que podría ser normal", le dice Jim/Maximiliano.
Un viaje, la dicotomía entre ver y conocer, las relaciones entre el arte y la vida, los cambios de interpretación ante la modificación del sujeto que enuncia, los hijos como desconocidos para los padres y los padres como misterios para los hijos... Hace bastante que no me encontraba con una dramaturgia tan sólida en cuanto a los diálogos, las ideas, los debates, la estructura interna. Pero en el teatro las ideas no bastan. El gran mérito de Romina Paula (dramaturgia y dirección) se basa también en el brillante trabajo de Pilar Gamboa, Susana Pampín, Esteban Bigliardi y Esteban Lamothe. Tres de los cuatro integraban el elenco de Algo de ruido hace y una cierta reminiscencia de esa obra se nos cuela a través de ellos, así como también de la escenografía (aunque es original de esta puesta) a cargo de Alicia Leloutre y Matías Sendón, de la iluminación del mismo Sendón y, sobre todo, de la música, con esa cualidad especial que da el hecho de ser generada desde la escena. Que se entienda: no estamos hablando de repetición de recursos, sino más bien de continuidad. El universo de Algo de ruido hace se vislumbra, se intuye en este nuevo trabajo y permite postular, aunque más no sea en forma provisoria, la poética de Romina Paula.
Seres perdidos en sus fragilidades, relaciones extrañas que nunca terminan de definirse ni esclarecerse, ambigüedades de la sexualidad, espacios referenciales pero enrarecidos, grandes actuaciones que se mueven entre el drama y la comedia; y una minuciosa dirección que le da coherencia al conjunto. Todo esto todo junto en un tiempo todo entero.

Publicado en: Críticas

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