Viernes, 02 de Enero de 2015
Martes, 12 de Diciembre de 2000

Badulaque

Por Sonia Jaroslavsky | Espectáculo Badulaque *
Un apuesto novio pide la mano de Nora, su dulce amor, a la Dra. Swindenborg (su madre). Parece que el precio de este enamoramiento será muy alto: vivir la vida a dieta bajo el lema “así se purifica el alma”, a caldo y té despiadado. Esta situación al parecer ridícula y grotesca, cobra gran dimensionalidad en el universo en que se la introduce. El director Cristian Drut logra, inspirándose en algunos cuentos de Horacio Quiroga e incursionando en los mitos misioneros, trasladarnos através del suspenso, a ese lugar fantástico propio de los cuentos del escritor, llevándonos a transitar lugares que aparentemente resultan cercanos a lo que sucede en la vida y sin embargo nos lleva a lugares ajenos a nuestra cotidianeidad. El personaje de Nora (la novia) es una chica muy flaca, desgarbada, muy dulce, siempre está como en otro lado, esto como efecto de la falta de alimento propio del ideal familiar. Cuando toma contacto, lo hace con una risa involuntaria y vuelta a estar como en otro mundo, con la mirada perdida. La mujer que limpia la lámpara, es un personaje que constantemente cumple esta acción, pero no sólo es eso, sino la mano derecha de la Dra. Swindenborg, impulsora de la doctrina del poco comer. Por otro lado, existe una persona que no puede tolerar esta dieta, Eglen (la otra hija rellenita) que a escondidas de la madre se come un pan. Esta joven también tiene un hobby, que lo sustenta con intensa devoción, es coleccionista de hojas, donde cada una de ellas representa algún momento particular de la vida o tienen el nombre de algún muchacho . A este mundo especial y “tranquilo” donde se cumplen metódicamente ciertas acciones. (limpiar la lámpara, mirar hacia la nada, prensar hojas en el cuaderno, imponer autoridad, juntar moscas), se introduce este muchacho ardiente de pasión que aceptando el mal comer, comienza a desvanecerse entre sopita y te. Las actuaciones, todas, merecen destacarse, a cada uno de los actores se los ve comprometidos con su papel, llevando a hondo las acciones, mundo y pensamiento que los caracteriza. Creo que esto se desprende de un cuidadoso trabajo en la dirección de los mismos. El ritmo del espectáculo es entretenido hasta que llegando al desenlace, las escenas se vuelven un poco repetitivas, el espectador ya sabe o por lo menos se imagina que va a suceder algo, se lo estuvo preparando en casi toda la obra para eso, se dilata un poco ese final, que aunque uno en algún punto sospeche, resulta sorpresivo. Los sonidos como de grillos, nos introduce en lo misionero. El espectáculo es como si trabajara entre dos polos que se tocan constantemente. La situación propia y especial de esa casa (la dieta, los nombres de las hojas) y por otro lado todas las supersticiones y creencias que cuentan los personajes sobre: Fernando Poo (lugar del paludismo o lugar donde de las hojas caídas nacen raíces), o el Yaciyateré (pajarraco que con su canto vuelve locos a los niños). Estas situaciones entre lo cotidiano y la superstición parecen entrelazarse a medida que avanza el espectáculo llegando a través del suspenso con pizcas de humor a ese interesante final. Badulaque, me revela que ante la necedad y la inconsistencia, hay que hacer frente hacia algunas creencias o lemas para no caer en el riesgo de morir sin ni siquiera haber tenido salud y fuerzas para luchar por lo que anhelábamos.
Publicado en: Críticas

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