Viernes, 02 de Enero de 2015
Viernes, 10 de Julio de 2009

Una familia muy normal

Por Mónica Berman | Espectáculo Berestowoik

La propuesta que se presenta en Silencio de Negras tiene varias particularidades.
En primer lugar, el espacio reducido de los espectadores nos hace testigos privilegiados de lo que sucede en un pequeñísimo comedor familiar. Estamos allí y podemos observar todos los detalles. El espacio tiene dos salidas: una hacia el interior de la casa, las habitaciones, y otra hacia el exterior.
Seremos testigos no sólo visuales, sino también olfativos. Los olores son elementos privilegiados (en general, ausentes del teatro) de esta puesta: el olor a comida, a desodorante, a perfume.
Esta decisión espacial y este trabajo con lo olfativo enfatizan una característica clásica del teatro: la insistencia en que la relación entre los actores y el público es cara a cara, con lo que esto implica, "coincidencia espacio-temporal y posibilidad de contacto perceptivo pleno entre los individuos (...)". El contacto perceptivo pleno presupone que todos los sentidos pueden ponerse en juego y, en general, éste es un potencial que se elude.
Por otro lado, el espectáculo también trabaja los sonidos "fuera de la escena". Más de un diálogo se desarrolla con el escenario vacío, en las escaleras que no vemos, en las habitaciones que desconocemos.
Sin embargo todas estas cuestiones no se orientan a construir (como más de uno podría suponer) una pieza naturalista. Escuchar las conversaciones telefónicas como si una voz en off estuviera del otro lado de la línea nos despega de esa lectura unilateral.
Berestowoik, con suma inteligencia, se inscribe en el espacio asumiéndolo con plenitud, aprovechando sus rincones. No reniega del signo casa, sino que lo refuerza y lo hace valer. Sin embargo, la tematización que propone, en seguida se desvía de lo que parecía una sencilla historia, la de una familia de hombres en víspera de una fiesta. A medida que avanza el relato ¿descubrimos? que uno de los personajes es un jugador y una de las voces del teléfono pertenece a un profesional que trabaja con grupos de asistencia a los jugadores compulsivos.
Entonces lo que aparece es que lo que vemos, aquello de lo que somos testigos, no es necesariamente lo que parece ser. De hecho, el comedor no es comedor sino escenario, el hombre que se viste para bailar, no se viste de hombre sino de mujer, el éxito no parece ser el signo contrario del fracaso y así sucesivamente.
El modo de resolver "el tratamiento del jugador" es una muestra clara de cómo funciona la propuesta. Del otro lado de lo esperable, algo acecha para sorprender.
Bajo la apariencia de lo familiar, lo natural, lo lógico, se inscribe el extrañamiento.
Berestowoik es, sin ninguna duda, una interesantísima experiencia del teatro porteño.

1 Fernández, José Luis Los lenguajes de la radio Buenos Aires: Atuel ,1999 p.37
2 Sobre esto insiste habitualmente Emilio García Webhi: escasamente se tiene en cuenta esta posibilidad del teatro.

Publicado en: Críticas

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