Jueves, 01 de Enero de 2015
Miércoles, 08 de Julio de 2009

Una noche muy fría

Por Sonia Jaroslavsky | Espectáculo Noche Buena

Luz hace fuerza para llorar y lo logra. Su rostro se deforma en primer plano por sus gestos forzados a lograr esa expresión que fue signo de una relación de amor. Julieta va y viene ocultando su mirada, que parece ser presa de obnubilación hacia los hombres. Francisco tiene una personalidad exacerbada que se hace presente en cada parte de su cuerpo contraído. Maxime, extranjero en esta tierra, canta en francés. Eso y su deambular inseguro lo enajenan aún más de cualquier territorio. 

Noche buena hace de estos gestos exacerbados el leitmotiv de la obra. Y en esto se encuentra su audacia y su riesgo. Hace obra desde el trabajo sobre el signo en base a la actuación. Por su sencillez y su complejidad en el tratamiento en torno de una investigación sobre los modos de actuación, devienen los personajes, las situaciones, y la concepción de puesta en escena. Una vez más, como lo ha hecho en sus trabajos anteriores (Traducciones en un espacio amplio, Pequeñas torturas cotidianas, Ejecutor 14), el director Martín de Goycoechea, nos demuestra su fidelidad en la búsqueda sobre la escena y esto es lo vuelve un artista por demás interesante. Otro rasgo de sus trabajos, que se hace presente de diversas maneras es la temática de la soledad y la complejidad de las relaciones vinculares, rasgo que lo funde en nuestra contemporaneidad.

El pasillo de un departamento donde un sillón quedó estancado en una puerta es el espacio donde transcurre la acción con la utilización del fuera de campo y sus transiciones de entradas y salidas de estos personajes. La incomodidad del único objeto escenográfico en escena es depósito de la incomodidad de estos personajes en sus personalidades neuróticas llevadas muy ingeniosamente al síntoma físico. Es así como se sortean las dificultades para comunicar, para relacionarse. Los estallidos expresivos de los personajes no demuestran su poder de comunicabilidad, sino todo lo contrario: su imposibilidad, una imposibilidad que se hace presente en todo su cuerpo. La pieza se vuelve así delirante en su repetición de movimientos cada vez más contracturados, sacando risas en la platea.

Las actuaciones de Luz Quinn, Julieta Petruchi, Francisco Oriol y Maxime Bonachera dan cuenta de este trabajo, luciéndose cada uno en el tránsito por diferentes códigos de actuación y bosquejando así sus personajes, que por caso, llevan sus mismos nombres. Martín de Goycoechea los lleva a buen puerto, haciendo hincapié en el trabajo corporal de los personajes, una labor propia de la investigación que lleva adelante desde hace varios años.

La desesperación que Luz tiene por volver con Francisco, las ganas que tiene Maxime de estar con Luz y la periferia de Julieta que ejerce, sin saberlo, consecuencias, tienen una resolución que nos deja pensando...Esta situación que sucede en una noche tal vez no tan buena, pero si muy fría, puede ocurrir cualquier noche, una y otra vez repitiéndose infinitivamente.

Publicado en: Críticas

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