Viernes, 27 de Marzo de 2015
Jueves, 04 de Diciembre de 2008

O597 da ocupado

Por Mónica Berman | Espectáculo Amarás esta voz

El radioteatro fue un hito en la historia de los géneros masivos en nuestro país.
Este género radiofónico buscó muchos de sus relatos en el cine, en los folletines, en el teatro. Pero también tuvo sus propias historias, escritas para radio, pensadas para este medio particular. Justamente las de Alberto Migré entran en esta categoría.
Amarás esta voz es una adaptación del texto radiofónico de Migré, esta vez con camino inverso: de la radio al teatro.
Es preciso recordar que los radioteatros eran generalmente seriados, lo que los hacía necesariamente extensos, que solían tener un relator cuya función principal consistía en aportar la visualidad que el medio restringía y que, cuando estaban hechos con todos los ingredientes, no faltaba el hacedor de sonidos.
Entre los géneros, deberíamos decir "transgéneros", el melodrama era una de las instancias más visitadas.
Esta propuesta teatral mantiene elementos propios del radioteatro, como el relator que está allí, a un costado de la escena, que aporta opiniones personales y dialoga con la protagonista (como si fuera una especie de conciencia).
El estilo de Migré se asienta fuertemente en la construcción de los relatores y quien asumió la tarea de la versión, mantuvo la línea del autor, con absoluta claridad. El que narra impone suspenso (incluso creando expectativas falsas), explicita la historia previa de lo que se escenifica y, en este caso, además, establece distancia. Porque si bien está en el escenario, comparte el espacio físico con los actores, no actúa en sentido estricto, sino que, detrás de un atril, lee. Además, está claramente fuera de la historia que se cuenta.
La que ocupa el mismo lugar de exterioridad es quien ejecuta la música. Tiene algún punto de intersección con el clan Catalán, un grupo de conocidos sonidistas de radioteatro, pero este punto de contacto es sólo parcial. ¿Por qué? Porque aquí los espectadores están en copresencia con los actores y cuando éstos producen algún sonido, por supuesto que los espectadores escuchan. En el radioteatro no sucedía lo mismo. Los pasos se construían en el estudio. Entonces la función musical, primordialmente, tenía vínculo con lo que se narraba y el efecto era maravilloso. En el teatro no estamos acostumbrados a esta utilización de la música.
Unos párrafos más arriba mencionábamos el melodrama. Esta propuesta es un melodrama típico. Con todos los ingredientes para obtener uno de modelo.
Ahora bien, como todos sabemos, pocos géneros han sido objeto de parodias tan exacerbadas como éste. Así que la decisión de llevar adelante y de modo serio, el transgénero es compleja y arriesgada. El otro lugar de riesgo es el público. El más joven, no acostumbrado a los sufrimientos de mujeres ingenuas por amor, apostaba en la función presenciada, las posibles soluciones al problema de Julia Edith ("ahora se suicida, ahora se escapa" trataba de adivinar).
Realmente esta situación implica un plus de resignificación respecto de la puesta, incluso una vuelta de tuerca. En la misma función algunos se divertían y otros (sí, en masculino) derramaban tímidas lágrimas.
¿Qué significa esto? Que en el escenario algo estaba pasando. Algo valioso. Conjunción de las actuaciones de Camila Courtalon, Manuel Martínez Sobrado, Anahí Pankonin y Luciano Valle, de la musicalización de Patricia Pankonin y de la adaptación del texto de Migré.

Publicado en: Críticas

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