Sábado, 03 de Enero de 2015
Viernes, 31 de Octubre de 2008

Dolerse de sí

Por Mónica Berman | Espectáculo Dolor exquisito

"No debería suponerse un ‘nosotros' cuando el tema es la mirada al dolor de los demás", Susan Sontag.
Entonces el dolor se narra en la primera persona del singular. Cada vez que la actriz, Maricel Álvarez, pronuncia "yo", uno está dispuesto a escuchar una historia autobiográfica. Y eso que se sabe que Sophie Calle está por detrás de ese "yo" que se enuncia. Pero tal como se sabe, se olvida.
Dolor exquisito permite una doble lectura: la que remite al término médico y la que alude a la construcción nominal que deja leer, casi como un oxímoron, un sustantivo y un adjetivo que no parecen combinarse.
¿Qué primará? ¿el sustantivo o el adjetivo? ¿Las connotaciones vinculadas a dolor o las vinculadas a lo exquisito?
La construcción espacial implica una toma de decisión: un espacio recortado, luminoso, claro. Colgado hay un vestido de diseño (bellísimo e imponible para cualquier mujer común), también hay una vitrina en la que se exponen ciertos objetos, un muñeco blanco ¿mudo?, sentado en una silla. Todo aparece en instancia de exhibición, incluso la ubicación frente al público de la actriz, el micrófono y ciertas inscripciones gramaticales.
Un dolor para ser exhibido. ¿Pero es posible mostrar el dolor? Pueden mostrarse, heridas, roturas, gestos, laceraciones, lágrimas. Es decir, los signos del dolor, sus causas. Pero el dolor en sí, no puede mostrarse.
¿Cómo hacer, entonces, para acercar el dolor de otro, de Sophie Calle, en este caso, para referirlo al menos?
La artista conceptual construye su obra a partir de su propia vivencia, pero el dolor, ya se sabe, es una experiencia intransferible. ¿Cómo construir a partir de una serie de imposibles?
Emilio García Wehbi y Maricel Álvarez reconstruyen el camino de Calle. La pantalla nos revela los pasos previos, el presente de la escena se reconfigura a partir de las imágenes proyectadas: el viaje a Japón existió, el hotel, el aeropuerto, el San Valentín nipón, el globo, los innumerables gatos de la fortuna.
Y si existen las fotos y los objetos y la vitrina que los expone ¿por qué sospechar? ¿O acaso cuando uno sueña retorna a la vigilia con algún elemento soñado?
Entonces ¿por qué cuando la actriz dice "yo"uno va a dudar de que el referente es, naturalmente, quien enuncia? Si el gato está ahí, y la foto ¿por qué descreer del dolor que nos menciona?
Pero, además, existen otros reales, los relatos de una serie de interrogados sobre el tema, la escritura de todos los participantes de esta puesta en la libreta de apuntes.
Entre muchas cosas, el dolor establece un nuevo orden en el tiempo. Los días se miden en antes y en después del dolor. El sujeto doliente desarrolla otra noción de la temporalidad.
El dolor, ése que no se muestra, sí puede compararse y repetirse. Maricel Álvarez reitera ¿cuántas veces? el mismo suceso de diversos modos.
A fuerza de insistir, de distanciarse, de comparar, el dolor se vuelve relato del dolor. Nada más, ni nada menos.

Publicado en: Críticas

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