jueves, 24 de junio de 2021
Sábado, 13 de septiembre de 2008

Destinos jaqueados

El grupo Terraza, dirigido por Francisco Lumermanpone en escena su tercera creación: Te encontraré ayer. Con esta obra, su autor ganó el primer premio Germán Rozenmacher de Nueva Dramaturgia, presentado en el FIBA 2007. 

¿Quién no fantaseó alguna vez con cerrar los ojos, pestañear y torcer trágicos destinos? ¿Cuantas películas de ciencia ficción han alimentado nuestras ansias en este sentido? En Volver al futurosin ir más lejos, su protagonista viajaba en el tiempo en una máquina, llegaba a un pasado lejano y torcía el destino amoroso de sus padres accidentalmente, interrumpiendo su primer flechazo. En una segunda instancia volvía a viajar en esta máquina y finalmente los unía para que, ni más ni menos, él pudiera llegar a este mundo en un futuro próximo. Lo que se ponía en juego era la existencia misma del protagonista.

La obra se compone por una familia de apellido Koremblum que contiene todas o casi todas las características de una de clase media a lo Woody Allen. Un padre profesional (Carlos, el reconocido astrofísico), Haydee (una madre en plena crisis en su cumpleaños 50) y dos hijos que rondan la veintena: Jeremías, estudiante de física como su padre y Débora, que mientras prueba diferentes carreras que la motiven, padece desordenes alimenticios. Se suma a esta familia Humberto, inseparable amigo de Jeremías, que desde hace unos días está instalado en la casa (como si fuera un hijo más), mientras repasa ansioso un guión para un casting de una posible telenovela mexicana. Además, debemos presentar a Leticia (novia de Jeremías) que contiene todos los clisés del estereotipo de una enfervorizada estudiante de psicología: analiza todo lo que pasa frente a su nariz.

Con esta sintética presentación de los artífices de esta obra se pueden delinear los primeros rasgos de estos personajes y, a su vez, de sus posibles vínculos. Se bocetan los primeros balbuceos de esa arista más oscura o, si se quiere, dramática, de la primera pincelada esbozada de estos personajes. Pero su joven autor y director decide no instalarse desde esta mirada, sino elegir un tono más cercano a la comedia. Así es que, entre otras cosas, profundiza en los diálogos y en el acontecer de las escenas con un ritmo ágil y llevadero para tratar, nada más y nada menos, el problema de la existencia y del destino.

Jeremías irrumpe en el espacio del living pero desde otro tiempo/espacio. Desde una proyección de su cara en primer plano, se presenta entre el cortinado que enmarca una ventana detrás del sillón del living. Lo que obtenemos de esa proyección en primer plano es un efecto extrañado. El personaje, de esta manera, apela al público presentando los otros personajes y brindando un plus de información de cada uno de ellos. La sensación sería (retomando escenas de películas) como la madre que le habla desde el cielo a un conflictuado Woody Allen en Edipo reprimido de Historias de Nueva York. En el texto de la obra, estas intervenciones del personaje, son resueltas desde un monitor.

Seguramente la comparación con este filme no hubiera servido para esta otra decisión, porque la sensación de que algo irrumpe, se hubiera solapado. Tal vez, simplemente, hubiera cumplido su función de presentar y describir, pero no de irrumpir como una presencia desde algún lugar. Por otro lado, cabe replantear hacia el final de la obra, ¿quién es realmente el que nos habla en esta instancia? ¿Jeremías o su otro yo, juntos, desde otro lugar?

Jeremías explora, encerrado en un baño en un trabajo de la facultad, sobre la aceleración de partículas. Al pedido de ayuda a su padre, responde: "Eso lo encontrás en cualquier manual de la facultad" y exclama: "¡No propaguemos el caos!", en relación al estado de crisis de la madre y sin saber lo que se viene. Lamentablemente el caos parece haberse propagado y el encadenamiento de situaciones caóticas para su protagonista y su familia no podrá frenarse desde el momento en que se lanzó esta frase casi imperceptible, en el marco de un aluvión de diálogos, gritos y rápidas entradas y salidas que se suceden en el living del departamento. Se produce una inesperada y trágica situación: Jeremías, frente al acontecimiento, decide embarcarse en explorar, en revertir destinos. Así es como, después de un pase mágico y de un ridículo experimento, todo vuelve al momento anterior a la tragedia. Pero las cosas a veces no salen como se planearon, el mapa es otro y se complica manejar el destino de los hombres, porque cada hombre (como dirá una trillada frase) se vuelve "artífice de su propio destino".

La puesta, de tono naturalista al referente enunciado, tiene lapsos de estallidos bizarros hacia el mundo ficcional. Las actuaciones, en líneas generales, son homogéneas y algunas tienen momentos más ricos en algunas escenas, como las de Leticia y Jeremías en el relato de su maldito tres en una materia. Las escenas transcurren haciendo avanzar la acción ágilmente, pero por momentos el hecho de querer darle justificación a todas las acciones relatadas puede llegar a producir instancias de redundancia o cierta explicitación. El espacio intenta ser fiel al prototipo de clase, con la mínima cantidad de objetos. Los espacios off cobran relevancia: el baño, la salida del "depto", el dormitorio de la madre, se hacen presentes con las alusiones y las vertiginosas entradas y salidas de los personajes.

El planteo de la obra permite realizar algunas interpretaciones: el de la subversión del destino no como un problema metafísico sino científico. Pero de la mano se encuentra, asimismo, el planteo psicologista de torcer el destino mediante el cambio interior. La ciencia dura y la ciencia blanda. La vieja dicotomía se vuelve a poner sobre el tapete. Al comienzo dijimos que el protagonista de Volver al futuro viajaba al pasado para poder existir en un futuro. A nuestro protagonista de Te encontraré ayer el pasado y el futuro lo han puesto en jaque. Uno y otro espacio conllevan una pérdida. ¿Sólo le quedará el presente?

Publicado en: Críticas

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