Sábado, 10 de Enero de 2015
Viernes, 22 de Agosto de 2008

No bajar la vista

Por Ale Cosin | Espectáculo Ojos bajos

Viviana Iasparra pretende abordar en esta obra dos temas absolutamente controversiales, dos conceptos que se vienen discutiendo acaloradamente en casi todas las sociedades y particularmente en relación a las políticas modernas. Estos son el género y la violencia (o agresividad, para ser más explícitos). En todo caso, podemos aunarlos en su interpretación normativa: la falacia del origen natural o la biologización de la conducta humana. Así, se distinguiría lo femenino y lo masculino por un orden natural preconcebido, en el que lo femenino es siempre subalterno, subdesarrollado, subnormal: esto como explicación biológica, y particularmente médica. Por su lado, la agresividad estaría descripta como instinto, 'pulsión', motivación interna propia de la especie (animales humanos) en vez de como culturalmente aprehendida. Ambos discursos servirían para dar por concluídas discusiones netamente sociales, y permitir trazar políticas que den por naturales, o sea por dadas, las condiciones de posibilidad de conductas humanas en provecho de unos por encima de otros.

En Ojos Bajos, cinco chicas posadolescentes se disputan el liderazgo del grupo, o quizá sólo el lugar de la mayor o la más fuerte (incluso en un sentido racional, la que tiene las herramientas mentales y físicas de ejercer el poder, la 'mejor'). Aparentemente, es un juego ampliamente visitado por todos los grupos humanos: desplegar diferentes estrategias para conseguir el favor del resto o para dominarlos. Sin embargo, hoy se vuelve perverso. Vemos mujeres pero no vemos mujeres estándar: la feminidad socialmente aceptada se desdibuja a cada rato, por momentos podrían ser varones midiendo su resistencia, por otros son las clásicas amigas/enemigas de la infancia, por momentos creemos ver una batalla a todo o nada; la soberbia, la delicadeza, o la feroz tortura sobre el caído. Nos hace acordar demasiado a nuestra sociedad patológica, la que ha desvirtuado la relación con el vecino, con el socio, el colega, el maestro, con la familia: pero sobre todo, contra el débil.

La obra estructuralmente es clásica, cíclica, con dúos, tríos y movimientos grupales; aunque es interesante la tensión creada por un escenario fríamente iluminado, con marcas en el piso que recuerdan a algún juego con pelota y un sonido indeterminado que podría ser el de un altoparlante en mal estado; que colocan a las intérpretes a la interperie. Éstas cumplen acabadamente con las pautas, y se destacan las tres bailarinas que disputan el poder (pensamos que no casualmente son las dos más altas y la morocha), muy creíbles en sus roles.

A nivel de lenguaje de movimiento, se basa en muy pocos patrones, similares a los que se advierten en los juegos utilizados en las clases de gimnasia de las escuelas, sobre todo de las clase media o alta, handboll, judo, ateltismo. De ellos derivan varios momentos grupales de manipulación, empujes y deslizamientos espaciales, simulando peleas, corridas, pero también abrazos y caricias.

Publicado en: Críticas

Comentarios





e-planning ad