Viernes, 02 de Enero de 2015
Martes, 10 de Abril de 2007

Sin palabras

Reproches constantes coloca al crítico en un hecho inédito: que le falten las palabras. O que le sobren…

No es bueno etiquetar las creaciones artísticas. Que si éste es realista, que si aquél es posmoderno, que si el de más allá se atragantó con altas dosis de reality shows o empezó a concurrir a un grupo de lectura de Gilles Deleuze. Las influencias del teatro actual son cuantiosas y extremadamente variadas. Y, ciertamente, cada director, actor o dramaturgo se reconocerá en muchas. O en ninguna.

Sumida en estos pensamientos, una va al teatro a ver Reproches constantes, por ejemplo.

Cuando se encienden las luces, la cosa ya está empezada. In media res, le dicen. Cinco personas con cara de circunstancia escuchan una grabación en la que una de ellas interpreta una canción. Lo de la cara de circunstancia es porque la situación parece incómoda para todos. Digo, parece que dos cayeron de sopetón y los otros tres, los dueños de casa, no quieren saber nada. Y todo esto sin que digan una palabra, ¿eh?…

Así empieza la obra. Después sigue. La cosa se pone cada vez más interesante, a tal punto, que ya no puede evitarse la completa inmersión en lo que allí sucede. Y lo que en principio era un título, con una hora y una dirección determinada, una ubicación en la sala, un apagón y más allá, se convierte en una experiencia, un acontecimiento que se vive y en el que, como tal, el espectador se sumerge, perdiendo todas las coordenadas.

Pero bueno, el acontecimiento termina y después una sale y tiene que escribir la crítica. ¿Cómo transformar en palabras una experiencia?

Se podría escribir una crítica entera hablando de “la belleza del texto dramático y las excelentes actuaciones”, y a otra cosa. También se podría meramente describir lo que se vio, dividiendo la obra en elementos y refiriendo cada uno a su respectivo linaje. Y escribir algo como esto: “…aspectos realistas en los diálogos y en las notables actuaciones, tendencia literaria en monólogos de bella factura poética, elementos absurdos que hacen estallar los comportamientos y las relaciones. La característica fundamental de la obra pareciera ser la de apropiarse de estas múltiples influencias y transformarlas en herramientas para la creación. O sea, hacer algo con ellas y no sólo ilustrarlas. Evitar convertirse en el representante del último grito de la moda en las tablas, procesando los años de exposición a las diversas estéticas, en una genuina forma de expresión, que no por ello desdeña ser interesante para el espectador”.

Llegada a este punto una podría entusiasmarse e intentar ir más allá, vinculando lo visto con el contexto teatral actual, aventurando conclusiones más profundas y de paso, demostrando el conocimiento del paño. Por ejemplo, se podría decir que “Santiago Gobernori evita caer en el exceso de ‘especialización’ en una estética, limitación que pareciera afectar a gran parte de los teatristas actuales, volcándose hacia la obra más abarcadora, que hace de las experimentaciones escénicas de los últimos veinte años sus herramientas y materiales.  Esta tendencia, que plasma los intercambios entre poéticas realistas y posmodernas, buscando no descuidar ni el texto dramático, en su aspecto formal ni semántico, ni la capacidad creadora de los actores o las posibilidades de la puesta en escena, y que sólo parece esbozarse en algunos ejemplos aislados, se presenta como una solución posible para esquivar el agotamiento al que conducen las posiciones parciales”.

Pero resulta que ninguna de estas parrafadas consigue reproducir ni siquiera mínimamente ese momento de encuentro con la obra. Y después de todas esas reflexiones, una llega a una vergonzosa conclusión. Yo no sé a qué estética corresponde Reproches constantes. No tengo la menor idea. Y lo mejor de todo, es que eso no tiene la menor importancia. A la hora de sentarse en la butaca y vivir un espectáculo, eso carece totalmente de relevancia.

Escribo estos apuntes y una certeza se va arrimando, como un rumor lejano: ¡Ah!…, de eso se trataba ir al teatro…

Publicado en: Críticas

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