Sábado, 03 de Enero de 2015
Miércoles, 17 de Enero de 2007

Remedios para calmar el dolor

“Lo real del nudo, afirma el lingüista Jean-Claude Milner, es la imposibilidad de deshacer uno de sus redondeles sin dispersarlo como nudo”. Como un nudo, en este sentido, funciona Remedios para calmar el dolor. Cada uno de sus redondeles se entrelaza con el resto y conforma una totalidad indisoluble. Un nudo fuerte y perfecto.

Habrá que decir, además, que la obra tiene el nombre muy bien puesto. Es un título que ilustra, pero los “dolores” no son precisamente físicos, aunque esté el cuerpo herido por detrás y los “remedios” estén más cerca de ser reparaciones que medicamentos, aunque haya algunos frasquitos circulando por la escena.
Dos mujeres comparten un fragmento de la tarde: una de ellas visita a su amiga para guiar la hiedra, la otra parece decidida a buscar la muerte colgada de una parra. Casi una hora de conversación, de gestos, de escritura de cartas, de relatos de infancia, de flores de Bach y recomendaciones. Un desenlace triste, objetivamente triste, pero que no se vive como tal, porque se construye un después, aunque no para ambas.
Los textos que se enuncian son profundamente bellos. ¿Cómo decirlos? Los personajes de Leonor y Violeta parecen ser los únicos capaces de atravesarlos. Porque el espectáculo no se conforma con palabras tensas y alarmadas, ni con una verbalidadegocéntrica y seca, sino que construye una puesta en escena y no un texto leído en voz alta.

El trabajo de Adrián Canale, dramaturgo y director, tiene dos atractivos insoslayables: los textos de Hebe Uhart y Osvaldo Lamborghini, que funcionan como base y el jardín al aire libre en el ocaso. Cualquiera en su lugar se hubiera quedado con eso. Sin embargo, no es lo que sucede.
No puede decirse aquí que cada cosa está en su lugar, porque sería naturalizar la tarea del Colectivo Teatral Puerta Roja. Por el contrario, sus integrantes construyeron un lugar para conciliar cada una de las cosas que tenían, como los deciresprevios o el jardín. Armaron un universo en el que todo converge.   
Para que se puedan enunciar las palabras de Leonor, hay que construir un personaje como el de ella. Sólo en ese lugar del límite, a punto de caer, devienen verosímiles sus textos; para que se sostengan las palabras de Violeta, hay que inventar a esa Violeta inolvidable.
Corina Bitshman y Carolina Tisera son artífices de la reparación, capaces de mostrar una herida y señalar el camino de la cura.
Remedios para calmar el dolor es un cuidado y bellísimo trabajo para disfrutar.

Publicado en: Críticas

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