Sábado, 10 de Enero de 2015
Miércoles, 03 de Mayo de 2006

La memoria como homenaje

Por María Natacha Koss | Espectáculo Lucientes
Supongamos un piano. Supongamos que suena algo así como Moritat von Mackie Messer (la balada de Mackie Navaja). Supongamos que no es La ópera de 3 centavos. Pero ya no podemos seguir jugando, porque en el arte una cosa y su opuesto pueden ser ciertos a la vez. Manuel Santos Iñurrieta metió a Brecht, a Goya y la dictadura en una licuadora y sacó Lucientes. Comedia para piano y revólver, un coctail  digno de envidia.
Tomando como punto de partida Fusilamientos del 3 de mayo (uno de los grabados de la serie de 1808 sobre los fusilamientos en Madrid) de Francisco de Goya y Lucientes, El Bachín Teatro (en este caso Julieta Grinspan, María José Ñañez, Esteban Parola, Federico Ramón, Marcos Peruyero, Carolina Guevara, Gabriel García, Jerónimo García, Federico Mickevicius y el mismo Santos Iñurrieta) junto con algunos cómplices, es el culpable de la reconstrucción, no de una obra, sino de un estilo de hacer obras: el estilo Brecht.
Apagón. La luz se prende y entran dos mujeres (las meseras) cantando un híbrido entre la balada y Money del Cabaret, de Bob Fosse. A lo lejos se escucha en off, el bullicio de la calle. La ropa, el maquillaje y la actuación son completamente teatralistas, recuerdan a un clown  macabro, no mucho, pero lo suficiente como para poder distanciarnos.
Como no podía ser de otra manera, aparece el presentador, tan macabro como el resto. Más personajes entran, aquella escena se congela y esta otra nace con la luz ¿Quiénes son?, ¿en dónde están? Como corresponde, no sabemos. Es que no son personajes con nombre y apellido, son tipos que nos permiten ir y venir a lo largo de los últimos 70 años de historia. Las escenas se anticipan, transcurren y se reiteran. España, Alemania, Argentina, las cosas no parecen cambiar tanto. Los fusilados de Madrid son las víctimas del grupo de Mackie, que son en realidad, según Santos, policías desocupados que necesitan inventar un conflicto interno (los con bigote vs. los sin bigote o la teoría de los dos demonios) para hacer uso de sus armas. Esta comedia se parece cada vez menos a lo que debiera ser. Pero además, ahora escuchamos que ese bullicio en off  es el de gente pidiendo trabajo, y que algo así como música de Beethoven se empieza a escuchar en el piano.
Parece no haber salida ..., pero entonces no sería Brecht. Un nuevo personaje entra a escena desde la platea. No lleva maquillaje, usa un mameluco azul y un sombrero, puede romper la cuarta pared, hablar con nosotros y no es un desocupado. Trabaja de metáfora, es decir que puede crear otra realidad posible. ¡Hay que matarla! Por fin los dos bandos están de acuerdo, todo tiene que ser clandestino. Pero hay un pequeño problema: no se fusila  la metáfora.
El eterno retorno que parecía ser una condena, muestra la fisura y la posibilidad de cambio: el arte. Eso nos recuerda que no nos bañamos dos veces en el mismo río, no sólo porque el río no es el mismo, sino porque nosotros tampoco lo somos. Madrid no es lo mismo que Alemania, no es lo mismo que la Argentina del ’70, no es lo mismo que hoy. Aunque parezca, no todo vuelve a empezar de la misma manera si tenemos memoria.
Publicado en: Críticas

Comentarios





e-planning ad