Viernes, 02 de Enero de 2015
Miércoles, 06 de Abril de 2005

¿Quién es Janet?

Es muy común ver en nuestros días actores a los cuales el texto los desborda; sin hacer mucho esfuerzo todos podemos recordar actuaciones que nos dieron vergüenza ajena, algún instinto de defensa propia que se despierta y nos obliga a abandonar la sala. Pero es bastante extraño ver como los actores trabajan tan intensamente que desbordan al texto, cómo tratan de ajustarse a algo que les queda chico. Esta obra es un maravilloso ejemplo de eso. Una trama policial sobre las hermanas Roberta y Regina Martins (Mariana Prömmel y Carla Peterson respectivamente) se va desglosando para nosotros en cuotas, alternando lo que ellas piensan de sí mismas y su situación actual (desarrollado en el escenario), y los vericuetos del crimen y de sus vidas (desarrollado en video). En un teatro preparado para varieté o café concert (Teatro Concert), la obra parece haber hallado su lugar. Todo funciona mal y es decadente: la escenografía, la iluminación, el vestuario, las canciones, el play back, la coreografía. Con pinta de vedette venida a menos, Roberta parece salida de una falsa película de Almodóvar. Es grotesca y ridícula cuando cree ser original, esto es, siempre. Regina la secunda, con la cara cubierta en las actuaciones y como su asistente en el camerino. Es evidente que entre ellas hay un juego de poder que Roberta viene ganando, aunque luego nos enteraremos que no siempre fue así. Pero esta situación puede cambiar con la llegada de Janet. Las escenas que desarrolla esta trama se van alternando con otras grabadas en video. El recurso no es muy original pero funciona igual: se trata de la emisión de un programa de TV., “Enigma y estrellas”, que elabora un informe sobre las hermanas Martins (clara parodia, estética incluida, a programas del estilo “E True Hollywood Story”). Allí aparecen testimoniando la madre, la biógrafa, el representante, etc. Abundan las fotos (reales y trucadas) y a partir de ellas se va construyendo una trama paralela sobre un crimen que las involucró. Las increíbles actuaciones de Claudia Lapacó (madre), Damián Dreiszick (representante) y sobre todo Rita Cortese (biógrafa), continúan la línea amaquietada de Prömmel y Peterson. Estas dos historias se desarrollan en carriles paralelos hasta la escena en donde pasado y presente se confunden. Súbitamente Regina y Roberta aparecen en el escenario en una especie de flashback que nadie recuerda. La estética del espectáculo es impecable, pero ante una situación como esta no se puede menos que recordar a Grotowski: cuando los actores son buenos, todo el resto está de más. “El resto” en este caso no sobra sino que acompaña, pero igualmente se evidencia como prescindible. Hay un trabajo muy interesante de dirección por parte de Claudia Fontán para evitar la desmesura en las actrices, pero en el trabajo conjunto de las tres para la elaboración de la dramaturgia se presentan problemas. El texto por momentos pierde ritmo y deja de ser interesante, a pesar del trabajo poético y sonoro con el lenguaje. Es el manejo del cuerpo, la voz y el espacio de Peterson y Prömmel lo que sostiene el espectáculo. Por eso es un placer ir a verlo, y por eso espero ansiosamente las nuevas producciones en las que trabajen.
Publicado en: Críticas

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