Viernes, 02 de Enero de 2015
Jueves, 14 de Abril de 2005

Lucro cesante

Por Karina Mauro | Espectáculo Lucro cesante
Las primeras décadas del siglo pasado fueron testigo del surgimiento y consolidación de un misterioso fenómeno denominado clase media. Promediando el siglo esta criatura ya estaba lo suficientemente robusta como para darse el lujo de abandonar por unos días su constante labor y tomarse un descansito para viajar: esto es, comenzó a tomarse vacaciones, un lujo impensado para sus progenitores inmigrantes. El sólo hecho de ser una posibilidad conquistada debe haber convertido a las vacaciones en un momento inolvidable. Varias generaciones después, mucha agua ha pasado debajo del puente y las cosas no son tan simples. Juntar unos pocos pesitos y mucho cansancio ya no es garantía de pasar unos días felices. La complejidad de la mentalidad actual ha convertido todo, incluso el tiempo libre (y quizá principalmente el tiempo libre), en una constante exigencia de perfección o más exactamente, en una constante exigencia de ajustarse a ciertos moldes se nos venden como felicidad. Las vacaciones son, como la fiesta, un tiempo escindido de lo cotidiano. Como tal, tienen otra significación y la vida, en ellos, parecería ser mas intensa. Desde hace unos años, las vacaciones dejaron de tener su carácter festivo por sí mismas para convertirse en momentos donde las mismas exigencias y obsesiones de la vida cotidiana sólo se trasladan geográficamente y se sacan de paseo. Como todo en nuestra época (el propio cuerpo, las relaciones sociales, la sexualidad, el trabajo, la familia, etc.) se ha transformado en un terreno donde se mide el éxito y el fracaso, en una competencia por ver quién es más feliz o en su defecto, quien parece serlo. Lucro cesante realiza un compendio de los diez días de vacaciones de tres entusiastas jovencitas que deciden viajar juntas. Desde el inicio se vislumbra la imposibilidad de adaptarse al otro. La imposibilidad de soportar la diferencia del otro. Es un problema más complejo que la simple delimitación de libertades. Porque lo que ellas desean realmente no es que cada una haga lo que quiera, sino “que el resto quiera lo mismo que yo cuando yo lo quiero”. Y a partir de esto, es la imposibilidad de compartir la que marca el derrotero de estos diez días, descriptos a través de situaciones desopilantes en las que el espectador se reconoce de manera inmediata. Por el espacio escénico, resuelto a modo de pasarela, desfilan varias de las maravillas postmodernas (¿o modernas?) de nuestra conducta: el miedo a disfrutar (ejemplificado en esa obstinada imposibilidad de llegar a la playa), la irrefrenable obsesión por planificarlo todo, la exigencia de pasarla bien y de que todo lo que se hace sea inolvidable. La constante pregunta que inmoviliza a estos personajes parecería ser: “¿Es eso lo que realmente quería hacer?”. En los pocos momentos en que estas amigas logran escucharse y unirse en una tarea que las aglutina de manera espontánea (como puede ser la aparentemente intrascendente actividad de cantar juntas), el temor aflora para frenar la emoción. Cuando finalmente esto no sucede, el grupo se fortalece y decide salir del encierro. Por otro lado, la organización del espacio escénico como una pasarela, subraya la zona de vacaciones como un lugar de tránsito, pero también de exhibición ante los otros y ante nosotros mismos. Uno de los momentos emblemáticos en este sentido es cuando después de infinitos prolegómenos, las vacacionistas deciden presentarse ante si mismas en traje de baño. Y ahí se desarrolla de manera descarnada un juego de miradas que ya había comenzado antes, desde al principio, en realidad. Mirada sobre las costumbres del otro, sus actitudes ante terceros, sus hábitos higiénicos, sus gustos alimenticios, sus (h)usos horarios, todos éstos motivos de alejamiento, que ponen a los personajes al borde de una experiencia casi universal: la horripilante sensación de que quizá se haya emprendido el viaje más esperado con las personas equivocadas. El principal elemento que sostiene Lucro cesante son las excelentes actuaciones, que delimitan caracteres bien claros, pero no por ello carentes de ricas sutilezas. El vestuario y los objetos contribuyen a la creación de los personajes. Es interesante la presencia del público casi invadiendo el espacio escénico, dispuesto de manera tal que sus integrantes puedan mirarse entre sí, dado que la dramaturgia se halla al servicio de recrear situaciones en las que aquél se sienta constantemente identificado. Lucro cesante es una expresión jurídica que Ana Katz toma para conectar literalmente el período de vacaciones con la suspensión de actividades económicamente productivas. Pero, por otro lado, le permite también relacionarlo con la frustración ante un beneficio que creíamos obtener de una situación y que sentimos que no se nos ha dado. ¿Y si aceptáramos que la mayor ganancia de las vacaciones es darle tregua a nuestros pensamientos, aunque sea sólo durante el breve instante que dura zambullirse debajo de una ola?.
Publicado en: Críticas

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