Pipo Valdez

Pipo Valdez, 17 de octubre de 1974, San Salvador de Jujuy.
Cinco de los Tekis dicen que llega tarde a todas partes. Más que eso, aseguran que si alguna vez es el primero, entonces se va y vuelve después para ser el último. Sin embargo, el que ya estaba en lo de los Chañi cuando fueron cayendo los demás es él.
“Toda mi infancia esta basada en la peluquería. Mi papá me había regalado una quena y una zampoña y una vez me llevó ahí para cortarme el pelo. Empecé a ir todos los días. Cuando llegó Mauro, Amaranto Chañi me puso a que yo le enseñara. Juanjo, que es mi primo, al principio iba para joder pero cuando nos quedamos sin percusionista le fuimos enseñando, entre el Seba y yo, y se largó solo”.
Pipo es árbol de raíz firme en la tierra, de ramas fuertes como brazos para abarcar los vientos, las voces, las guitarras que lo pueblan. Amigo de los mas pájaros, siempre le pareció de lo mas normal escuchar una bocina, un timbre, y saber que nota suena. Tan normal como recoger flores o pescar peces para venderlos entre los vecinos. Al principio fue muy buen alumno y después, más que mal alumno, ya era de no ir demasiado al colegio.“Un verano, plenas vacaciones, empezamos a prepararnos para la Serenata de Cafayate. Nos pasábamos todo el día, desde las ocho de la mañana hasta la madrugada, encerrados en una piecita en lo de Mauro. La abuela nos llevaba el juguito de naranja, nos quedábamos todos a dormir. Estábamos todo el tiempo juntos y fue cuando empezó a armarse una relación tan cercana. Los chicos a mi mamá le decían mamá. Yo lo mismo con los viejos de Mauro, con los papas del Seba. Y les seguimos diciendo así”.
Concentrado de sensibilidad en envase familiar, Pipo, un tapado, da serio o tímido. “No, no es que sea tímido. Será que los chicos son mas confianzudos que yo o es que me estoy volviendo viejo. En ese sentido, aunque te trate con mucho respeto, una vez que te conozco y me caíste bien, doy todo por vos”.
Hay que verlo con su hija. Pocas cosas lo conmueven tanto como esa nenita y el amor que ella expresa por la música: se lo dicen las maestras de la salita de cuatro y él lo disfruta cada vez que tiene que interrumpir sus tomas caseras para darle el gusto a Agustina y grabarla cantando.
En su ranking de emociones viene a continuación que los sobrinos lo traten como a un padre y “que la gente reconozca lo que hacemos; cuando estoy tocando y veo a las personas, la fiesta que se arma. Ponele, en Jujuy, en el norte, se suben a cantar, bailar. Ni bien comenzaste ya están bailando con vos. Te dan ganas de parar y de que sigan tocando los otros para irte a bailar con ellos. A veces lo hacemos, si eso es lo que más nos gusta, divertirnos con la gente”.
Palabras de Pipo, el que llega tarde, a tiempo para todo.

2 Espectáculos en los que participó