Opiniones sobre Le frigo (la heladera o un trozo de carne)

  • 05/07/2004 06:52
    Diego M
    Falta agregar al comentario anterior, que Juan Carlos Rutkus es un actor del carajo. No creo que en la cartelera actual existan muchas acutaciones comparables. Si la expresión "trabajo titánico" no fuese u clisé, así debería calificarse.
  • 19/05/2004 13:52
    Escoba D 24
    Esta obra me mostró de su autor exactamente lo que yo sabía de él. Copi es mordaz, incisivo y sabe condensar significados antagónicos: lo cómico y lo agudo se superponen con eficacia y plasticidad. Nos muestra la lucha entre la decadencia y la renovación del deseo con una tibia crudeza, pero sin permitirnos dejar de reir ante el absurdo permanente.

    La heladera que da nombre a esta obra aparece sorpresivamente en el centro de la sala de “L”, la protagonista, el día de su cumpleaños. Es una heladera pequeña, con sugestivas curvas (una heladera de diseño moderno jamás podría haber ocupado su lugar), rojísima y con la apariencia de una sugestiva y carnosa lengua.

    “L” es una marica vieja y exiliada de sí misma (ella dice “exilio dorado” y los conocedores dicen que “L” es el mismísimo Copi), llegada a los 50 años y queriendo vivir “regalado” de los anticipos a cuenta de una autobiografía que nunca escribirá.

    Todos los personajes están muy cerca de los correspondientes estereotipos, eso no les quita carnadura real (esta lograda y a veces difícil síntesis refleja la buena calidad del texto y, por supuesto, de la actuación y de los demás factores invisibles que la sustentan). Todos ellos (representados magistralmente por el mismo actor, apoyado por su propia voz en off y con el auxilio de dos imperdibles muñecos) y en particular “L”, son depositarios de un cúmulo de experiencias en las que conviven el absurdo y la búsqueda de sentido, lo liviano y pasatista junto al deseo de felicidad.
    El humor de toda esta galería de personajes que desfilan frente a la inquietante heladera encierra una reflexión cruda y poética acerca del mundo y de las personas que lo constituyen: las relaciones de dominación, los amores fugaces y su –a veces- magro consuelo, la frivolidad de ciertas imposiciones sociales y los elementos que la sustentan –que no suelen ser, ellos mismos, ni ligeros, ni despreocupados, ni graciosos… y tanto más.


    En el transcurso de esta agitada jornada, “L” dice que no, dice que si, grita de horror y luego se regocija por lo mismo que la hizo gritar, quiere matar, quiere morir, se rinde y vuelve a animarse y, finalmente, termina en paz, reconciliada.