Opiniones sobre Las tres hermanas

  • 26/04/2004 19:06
    Iride Y 2
    Con todo cariño y respeto escribo esta opinión.
    Hay un espacio en Chéjov que no puede ser burlado a pesar de directores, actores, adaptaciones etc.: es el espacio de su fuerte contenido social que, subordinado a la época, nos habla de la nostalgia rusa por un mundo mejor; de sus mujeres aprisionadas en el corsé de una "virtud" castradora; de las costumbres pueblerinas donde el aburrimiento era la meta de quienes no necesitando trabajar para subsistir, buscaban en la vida social una respuesta a sus inquietudes culturales en vano. Mucho más grande todavía es ese universo chejoviano como para reducirlo a estos tres o cuatro conceptos. Y es ese mundo complejo el que se ve reflejado en sus textos de manera aparentemente sencilla. El amor no amado, el coraje frenado, las ilusiones muertas. Quienes amamos el Teatro, no queremos perder la oportunidad de acudir al llamado de conjuntos independientes cuando ponen a Chéjov.
    Y uno acude.
    ¿Qué esperamos ver, qué queremos sentir? ¿qué necesitamos escuchar? Pues la esencia del autor, sus palabras, gestos, climas, su espíritu.
    Y como sus personajes son grandes, cada uno de ellos, aspiramos a deleitarnos una vez más en su contemplación.
    En este caso, las dos horas de función interrumpida sólo por breves apagones, tuvo momentos de apreciables y conmovedores aciertos por lo demás también breves, quedando el resto del espectáculo sumergido en gritos y golpes inexplicables, risitas histéricas mal contenidas o expresamente acentuadas, y algunos interrogantes difíciles de explicar para el espectador distraído.
    El primer inconveniente - que obviamente es subsanable - es la rapidez conque se interpretan los parlamentos por la mayoría de los actores jóvenes. La impostación deficiente y una dicción no teatral, impide al espectador entender al actor o actriz, que se esmera por hacer bien su trabajo infructuosamente. En mi caso, leí algunas obras de chéjov: la dama del perrito, el oso, las almas muertas por ejemplo, pero no las tres hermanas. Lamentablemente no pude enterarme de lo que decían las actrices y actores jóvenes, bellamente puestos pero tal vez todavía bajo la presión del estreno reciente.
    Puedo rescatar con satisfacción la interpretación del médico, quien domina la escena desde que aparece, con su sola presencia, reforzada con una dicción impecable y un equilibrado sentido del espacio y el dominio del rol que le cabe. Es una grata sorpresa el encontrar a alguien totalmente desconocido pero con indiscutibles dotes histriónicas y la serenidad y el aplomo de un profesional de la escena. También el marido de Masha, con su excelente voz y dicción y su naturalidad, resulta un aporte valioso. Irina es tierna y bella, y habla con claridad, pero hay que tenerla muy cerca porque de lo contrario no se oye lo que dice. Masha tiene dominio del gesto, pero habla demasiado ligero y no se la entiende. Resulta inexplicable que ría tanto sin motivo durante casi toda la obra. Ignoro si así fue descripto el personaje por Chéjov. Para mí, Masha debería ser una mujer cautivadora - y la actriz está en condiciones de realizarlo - y no una tonta que ríe sin parar. No convence que pueda enamorar a hombre alguno con esa actitud. Sin embargo, a pesar de no poder escuchar sus parlamentos (la música también impedía oír) tiene capacidad suficiente como para seducir a la platea cuando se desplaza en escena, y sólo tiene que hablar más despacio y más alto, sólo éso. La risa exagerada y permanente, puede haber sido marcación, seguramente lo fue, pero si no fue marcado, debió ser controlado por la dirección que es quien ve desde afuera. En algunos momentos me pareció que los actores tenían patrones de conducta iguales (los golpes brutales e inesperados sobre la pobre mesa y los gritos agudísimos con voz desgarrada, no controlada teatralmente, con perjuicio de los oídos del espectador). Cuesta creer que esos "patrones de conducta" no son elementos marcados por la dirección. En todo caso, debieran ser - creo yo - morigerados, aliviados. Al espectador no le gusta aturdirse. Creo que se trata no de cambiar todo, sino de armonizarlo, de equilibrarlo.
    El personaje Olga, está muy bien interpretado. La actriz tiene muy buena voz y dicción, y es también muy bella. Las risitas también son exageradas en este personaje.
    Insisto en esto porque estamos hablando de gente culta. Nadie puede aceptar que en una casa como ésa, de gente culta, paqueta y de buena posición, alguien pueda dar semejantes golpes y gritos.
    Los cambios de época, el paso del tiempo, hay que adivinarlos, y si no se oyen los parlamentos y uno no está documentado acerca del vestuario correspondiente, no se sabe cuánto tiempo pasó entre un acto y otro. Hay que tener en cuenta que no todos hemos leído el libro. No conocemos la historia en particular. No sabemos hasta el final, por ejemplo, que el hombre que está comiendo el choclo es el marido de Masha. ¿ Dónde surge en la obra que él sea el marido? No pude captarlo, y tampoco quienes me acompañaban. Todos descubrimos a la pareja al final, cuando Masha llora desesperadamente por haber perdido al hombre que ama, y su esposo dice no preocuparse por eso. Tampoco es feliz la idea de consolar a la mujer con caretas risas y gestos grotescos. Es un momento muy dramático, muy bien interpretado por la actriz, un momento casi sagrado, y no debía - pienso - ser violado con el grotesco.
    Otro momento dramático es cuando el barón se despide de Irina sabiendo que va a batirse, e ignorando si vivirá para regresar junto a una mujer que le ha confesado que no lo ama, y seguramente deseando morir para no regresar jamás.
    Los otros actores, se parecen demasiado. Como los retratos de personas diferentes, pintados por un mismo artista. No es fácil descubrir cual es su rol, en un confuso entrecruzamiento de parejas y situaciones equívocas.
    Sorprenden los peligrosos saltos en escena. . Uno quisiera saber qué significa la danza de Irina sobre el sillón rojo. Habría que quitar las miguitas de la mesa después de comerse el bizcochuelo, (tampoco tiene por qué ser comida o bebida de verdad) y dejo para el final ese personaje dulce, serio, callado, de la vieja señora de servicio. Es como un remanso de paz cada vez que entra en escena. Excelentemente caracterizada, tiene aplomo y carece del pánico de quien lleva una bandeja con objetos que de verdad pueden romperse! Yo tendría miedo.
    Regreso sobre el personaje del médico, -otro remanso- con sus canas y su perfil bajo, sin estridencias y con un alto sentido del equilibrio en la interpretación teatral, y un valor para tener en cuenta.
    Cordiales saludos y perdonen esta sábana y mi franqueza. IRIDE YUG.