Opiniones sobre Un Vania

  • 04/10/2014 10:02
    Yanick 19
    Es una aventura incierta hacer un chejov. Puede salir un mal logrado engendro que da vergüenza mirar, o ESTO. Un montaje impecable, ágil, divertido, encantador. Un respeto desde la irreverencia. Me encanto.
  • 19/05/2014 10:22
    Guillermo G 11
    Excelente. Agil, entretenida, y muy movilizadora.
    Muy bueno Vania, me emocionó su actuación.
  • 10/05/2014 22:19
    Sofía
    Híper recomendable!
  • 04/05/2014 13:58
    Julieta 2
    Excelente. Muy buenos actores y Marcelo resalta extraordinariamente. Me encantó la adaptación, fiel pero original y entretenida. Aplausos.
  • 27/04/2014 12:00
    Juan M 5
    muy buena!
  • 27/04/2014 11:14
    Carlibaré 60
    Nos gustó mucho. Excelente la actuación de tío Vania, riquísima y conmovedora. La propuesta escénica es muy atractiva. Un 10 para la dirección y la música.
  • 25/04/2014 21:02
    Leandro 9
    Cuando una persona notable y exitosa cae irremediablemente enferma, entra en un período vacío, casi secreto, que termina con la muerte, y que permanecerá ignorado por todos, menos los que integran el círculo más próximo de familiares y amigos. Un Vania se detiene justamente en ese espacio en el que toda producción ha cesado y lo que ha sido ya no se podrá reparar. Y es de ese modo que la obra se propone mostrar el interregno en el que la cohorte de allegados íntimos se queda sin guía y empieza a pensar por sí misma y a reconocer sus propias frustraciones. Más que la idea del cambio de una etapa a la siguiente, lo que vemos en Un Vania es el proceso mismo de la transición, donde uno se permite decir la verdad apoyándose en la crudeza que nos infunde la muerte inminente del otro. Lo que esta versión agrega, creo yo, es la aplicación sistemática de esa idea de mostrar lo que normalmente no vemos para que podamos espiar lo que el texto original sugiere o insinúa; lo que imaginamos o nos es referido, pero no podemos presenciar. Esos otros secretos, que transcurren durante (y a acusa de) el ocaso de quien fuera una personalidad, para poder representarlos en un escenario necesitan una metáfora propia, con otro ritmo y con otras convenciones teatrales. Porque para asomarnos a lo inconfesable, a los sentimientos ocultados, las furias y las exaltaciones que alguien experimenta en soledad o en sueños, un guión no basta; esas cosas no se pueden contar, hay que verlas. Para los que estamos acostumbrados a programar computadoras, los recursos de Un Vania nos podrían recordar la depuración de un clásico, más que su “ejecución” continua: avanzamos paso a paso en las parte críticas del texto y saltamos por encima de detalles menos relevantes. Para los que no, Un Vania, sería algo así como la lectura de una revista que nos invita a orejearla rápidamente con el pulgar para formarnos una idea de todo su contenido y que nos detiene, aquí y allá, en los artículos principales para que los leamos cabalmente. Sobre el problema de cómo representar la transición del moribundo, Un Vania nos da otra lección magistral llenando otro espacio vacío: el que se ubica entre los actores y la escenografía, dándole asombrosa continuidad al salto insalvable entre lo vivo y lo inanimado.