Opiniones sobre Calderón

  • 30/05/2011 23:23
    Natalia F 56
    '(…) Nacemos a la historia. Después, lentamente, descubrimos la naturaleza. En la infancia nos consideramos inmortales porque se nos ha inculcado una historicidad primitiva, salvaje; una historicidad que lo inunda todo, sin fisuras, sin grietas, nos veda la perspectiva imaginaria de la muerte. La naturaleza es nuestra primera prohibición y son necesarios el aprendizaje y la experiencia para descubrir que había permanecido siempre ahí, que coexistía con la falsa historicidad. La poesía es naturaleza, no lenguaje. El lenguaje es su opresión (…) A su vez, el lenguaje nace en el interior de la historia, constreñido por ella. (…) La gran poesía es el resultado de una elección del dolor, una búsqueda, una disciplina de la extrañeza que lo borra todo, que consume el mundo, lo sumerge en la oscuridad y lo rescata lavado y nítido para una historicidad más alta, menos primitiva (…) En rigor de verdad, la poesía es “hecha por todos” porque la poesía está en todos.” Juan José Saer

    “Calderón” recorre-historiza-con suma originalidad en esta versión, un universo de imponderable tamaño. Una lectura del mundo y de quienes lo habitamos; un recorrido que se detiene y señala, todo el tiempo, nuestra contradictoria e inexplicable existencia. Del verso de Calderón a la poesía-mirada intelectual-de Pasolini, la lectura-poética-de su Directora y el cuerpo-carne y máscara-de los intérpretes; los sueños y la vida; el teatro para delatarlos-sublimarlos también-Dios, el Rey, el Socialismo, el Comunismo, el Fascismo, la Sociedad, la Familia. Ricos, pobres, locos, enfermos, marginales, refugiados, prostitutas, proletarios; la cárcel, la conciencia, la raza. El padre. La culpa. Ser hijo. Ser mujer. Ser, desesperadamente, humanos. El teatro como un lugar para pensar la vida, pelearse con ella y volver a amarla. Esta pieza se inscribe en una estética bellísima, barroca, tal vez ahí radique el germen de su belleza y la presencia en la puesta de la pintura de Velásquez, entre otros signos de ese movimiento. Un lienzo, la metáfora, el dolor contado desde el arte, la complejidad desafiante del texto y un extraordinario trabajo del Grupo de Titiriteros. La escenografía es elegante y atractiva; aunque cierto es que la instalación alcanza su sofisticación máxima con los títeres que componen, en ocasiones, extravagantes imágenes, pictóricas, alusivas. En el orden de la dialéctica Hegeliana, hay algo de la negación que produce desgarro y alienación para dar lugar a la reconciliación y superación. La lucha de la autoconciencia en la desenfadada pugna por construir una ideología. Pasolini; su paradojal origen y destino. Un planteo artístico muy interesante respecto de la díada derecha e izquierda. Un ofrecimiento para reflexionar sobre nuestra docilidad, sumisión y, siempre temida, rebeldía. Adoptar una actitud ante la historia. No se trata de una estetizacion de la política ni de una politización del arte-en palabras de Michel Onfray-sino, quizá, del lugar inasequible de la libertad y su aparente salvaguarda en el arte y, a veces, sólo a veces, en el amor. Ella, la protagonista, esta condenada, como otrora el Segismundo del Siglo de Oro, al solipsismo, cuya materialización se subraya con la presencia de los títeres que emulan su mente, sus miedos, sus deseos y sus frustraciones en un trabajo generoso e inteligente; desdoblados, duplicados, son responsables de parlamentos intensos que el texto pide, así como de emociones y reacciones de Rosaura, quién vehiculiza, sin duda alguna, la voz del mismísimo Pasolini. El amor también lo encarna un cuerpo que representa-con lograda inocencia-todo lo atroz y prohibido y, a la vez, el más virtuoso y valiente de los discursos. Hermoso es el trabajo de todos los actores, los con cuerpo y los sin cuerpo; entregados a la dificultad de contarse y contarnos, lo hacen con toda la pasión que este oficio demanda. Obreros del arte. Reparan con la poesía-encanto, lirismo, gracia, creación-que es amor, a cuya inconstancia el teatro dota de lenguaje; ya no para oprimirla, sino más bien, para liberarla y compartirla.