Opiniones sobre Golpe de aire

  • 22/03/2012 23:18
    Marcelo M 4
    Qué difícil resulta a veces (casi siempre) el ejercicio de la memoria, qué cuesta arriba se nos hace ponerle palabras a ciertos hechos, cuánto dolor se puede soportar, cómo reconstruir el pasado para hacerlo más tolerable. En esta muy interesante y original pieza teatral, asistimos a unos personajes atrapados en su pasado, al que intentan reconstruir y deconstruir una y otra vez, para darle forma a algo que los supera y los abruma. Con un golpe de aire, soltamos las letras que articulan las palabras, palabras que dicen, que ocultan, que tergiversan, que manipulan.
    ¿somos capaces de mirar a los ojos al pasado y asumirlo como tal o preferimos adaptarlo, reescribirlo perpetuamente aun a costa de construir una frágil burbuja que nos proteja del indecible dolor?
    En esta obra nada es lo que parece, no hay una historia lineal, sino construcciones subjetivas, interpretaciones, versiones de los hechos, diferentes según cada personaje.
    Con una eficaz dirección, la obra transcurre a un ritmo vertiginoso, casi cinematográfico, da pocos respiros, por momentos confunde, pero esa confusión es la propia de la historia de los personajes. Las escenas transcurren en una casa en Mar Chiquita, en el año 2001, hecho no menor, pues nos lleva a ejercer, de nuevo, la memoria de un país destruído y envuelto en llamas.En esa casa donde una puerta y una ventana marcan el afuera y el adentro, símbolo de una Argentina que a muchos les cerró la puerta y los dejó en la intemperie. Ese país que debió reescribirse para volver a encontrarse funciona como telón de fondo de las historias personales que diez años después también deben reescribirse para saldar cuentas con el pasado. Las actuaciones son muy buenas en general, aunque en particular destaco la fuerza dramática de Raquel Sokolowicz y de Lautaro Delgado, el personaje sin nombre que viene a 'buscar las palabras' para nombrar aquello a lo que al ser nombrado, revivirá.
    Con un ritmo acelerado, las historias en sus diferentes versiones se entrelazan y enredan, creando así una construcción no linea, que exige la presencia de un espectador atento, no pasivo e involucrado.
  • 12/03/2012 14:04
    Juan 15
    Una obra muy interesante. Los comentarios anteriores se explayan con abundancia, están buenos para saber de qué la va.
    Creo que el mecanismo del relato, ajustado como un reloj, es fascinante, y muy complejo de sostener. Por momentos se me perdía un poco la vivencia de lo que estaba pasando. No obstante la obra está muy buena, llena de imágenes y juegos sorprendentes.
  • 03/03/2012 23:29
    Lukas
    El juego que nos propone Marcelo Mininno, no es fácil, pero tampoco difícil, simplemente hacen faltas palabras y ejercitar la memoria, que es en definitiva lo que la obra plantea. El y sus personajes nos sumergen en un laberinto, por momentos oscuro y sinuoso, por momentos divertido. Nos interpela y nos invita a participar a recordar, a mantenernos despiertos, a no perder la memoria.
    Significativamente los hechos ocurren durante diciembre de 2001, con un pasaje temporal para trasladarnos diez años después, lugar y tiempo donde concluye su historia, para sugerirnos que todos tomemos aire y soplemos.
    Un golpe de aire fresco para nuestro país que desde hace mucho tiempo trata de escribir y reescribir su propia historia. De ser partícipes de sus propias historias. Como estos personajes dispuestos a contar de primera mano las suyas, una y otra vez.
    Con un lenguaje que ya vimos en 'Lote 77', Mininno nos proyecta imágenes constantemente, imágenes con ritmo cinematográfico, con una poesía en su construcción por su puesta en escena y las excelentes interpretaciones, que logran emocionarnos.
    Los invito a todos, amigos y extraños a participar de esta experiencia, casi sensorial. Dejarse llevar es mi mejor consejo, para disfrutar de una velada de puro arte con mayúscula.
  • 26/02/2012 18:05
    Gabriel 17
    Lo sabemos, las historias son pocas. Cómo narrarlas sería el principal desafío. Es en ese sentido, en el cómo, en el mecanismo que se encuentra para contar un triángulo amoroso con consecuencias trágicas, que Golpe de aire encuentra sus puntos más altos. Historia fragmentaria, in medias res, va de la flexión a la reflexión, de la forma a la deformación. Esa vuelta idílica e imposible que añora El que busca las palabras, volver al pago, volver al lugar donde todo se destruyó y empezar de nuevo. Vuelta edípica, El que busca las palabras supo ser un estudiante que se enamoró de una profesora de la facultad con la que tuvo un hijo, volver a ese pasado remoto y feliz es lo que busca. Qué le pasó a ese hombre para irse, qué le pasó para intentar el retorno, tales los interrogantes que los personajes, por turnos, van a ir develando a medida que piden la palabra.
    Cómo contar algo sobre lo que nada puede decirse, la muerte como espacio de silencio sobre el cual se van formando todos los discursos, una historia que se cuenta de una manera pero que, por obra y gracia de la ficción, se permite contarse de otra. La mentira que no logra tapar lo ocurrido, el arte como espacio de creación, como una necesidad para hacer más tolerable la vida. Franco –sí, aquí todos los nombres son insoportablemente simbólicos: “Salvador”, “Franco”, “Cielo”, “Clara” y “El hombre que busca las palabras”- se ve a sí mismo actuar y no puede remediar nada de lo ocurrido. Pero si la vida se hace intolerable, queda el arte, la escritura, para reformular esto.
    Problemas de esta obra: por momentos, se excede en su intento de volverse poética. Demasiadas referencias al aire, a la palabra inasible, la garrafa que funciona muy bien como objeto que demuestra la imposibilidad de Franco ante lo cotidiano se vuelve mersa cuando siente en el pecho esa misma garrafa a punto de estallar. Demasiado. Son momentos, sí, el artificio de la dramaturgia es mucho más efectivo que sus diálogos aislados, pero esas cositas atentan contra la consistencia de la obra. Una cosa extraña: la obra sucedería en el verano del 2001-2002, cuando el país se estaba cayendo a pedazos. Todo eso está en el afuera y estar dentro o afuera de las innumerables puertas y ventanas que se abren y cierran parece ser relevante. Sin embargo, no termino de entender bien la elección de ese momento histórico. Un verano en Mar Chiquita mientras el país revienta, estoy seguro de que ahí hay algo, pero no termino de entenderlo o quizás la obra no lo expresa del todo. Pasa lo mismo con algunos personajes que terminan cayendo en cierta unidimensionalidad, la sugerencia de lo incestuoso entre Salvador y Clara no se desarrolla nunca y eso atenta contra ellos mismos. Las actuaciones son sólidas, que eso no se malentienda. Se destaca Raquel Sokolowicz, se nota el esfuerzo de la dirección para llevar a cabo la coreografía milimétrica que la obra demanda pero, así y todo, por momentos los personajes nos parecen demasiado lavados. Mucho más grave: sobra la mitad. Es decir, la obra nos cuenta una historia en los primeros cuarenta minutos. La cuenta entera, es una historia bien armada con recursos logrados. Sin embargo, cuando esa historia termina, empieza otra historia. Lo que podría haber sido. La reescritura, la misma historia contada distinta por la mano de Franco, El que busca las palabras. Ficción que busca reparar, un personaje ebrio de dolor que va dando manotazos para arreglarlo todo. Pero arreglarlo todo sólo en los papeles, sólo en la escritura, lo que hace todavía más notable su patetismo. Esa fuerza dramática que tienen los hombres que mantienen su postura ante un universo que se desploma. Pero hay algo raro en eso de tener que contar toda la historia de nuevo. Cuando uno ya ha visto la idea, cuando uno ya la comprende, se encuentra con que todavía quedan veinte minutos. La obra se va quedando sin combustible, sin gas la garrafa, los actores-fuelles que van aventándole aire por todos lados a fuerza de poesía que suena, justamente, forzada. Se le da la enésima vuelta a un mecanismo que ya no avanza y ahí, creo yo, está lo menos rescatable de la obra.
    La propuesta es más que la suma de sus partes, el mecanismo triunfa por sobre estas cosas que uno puede marcar como problemas y que son sólo opiniones. Quizás es la obra misma la que nos lleva a eso, a querer reescribirla (¿cómo hubiese sido de haberse contado al revés, primero la mentira y después la verdad? ¿qué hubiese pasado de comprimir los dos actos en uno solo? ¿qué más se puede decir de Salvador? ¿qué vio Clara en Franco para proponerle un futuro juntos?, etc.), sugerirle líneas de fuga, salidas y problemáticas que la obra descarta de un soplido. El joven, en esta caso dramaturgo y director, Marcelo Mininno nos da esta muestra y nos deja con ganas de seguir de cerca sus próximos pasos.
  • 26/02/2012 00:55
    Saul L 260
    para mi, muy complicado, no estoy a la altura de la obra, o la obra pretende mas de lo que se trata.... hay que tenerle paciencia.