24/06/2015 14:08por Marcelo O Estimado Guillermo; he asistido este último sábado a una representación teatral en la cual se desarrolla la vida de cuatro seres dentro de un mundo minúsculo que bien podría cabernos en un pañuelo. Las historias cotidianas con sus fracasos y postergaciones se funden en el ideal de cada uno porque en realidad cada uno en su propio yo desata su rebeldía y su deseo de ser. Decía Schopenhauer “El mundo como voluntad y representación” La misma voluntad se percibe en querer ser lo que no pudo ser justamente en su momento y el momento que uno espera muchas veces tarda en llegar, esto que en realidad suena como un juego de palabras es la encrucijada de los cuatro seres ante una realidad. Un matrimonio que no puede concebir que hay otro presente detrás de las paredes de su casa, una hija que sueña con un ideal edificado como un castillo de naipes y un pretendiente con la imagen del muchacho del suburbio con otro ideal quizá mucho más terrenal. Como en un cuento corto de Borges ó de Onetti, el final queda abierto al espectador porque de alguna manera él también es parte de la obra. Citaba el cuento corto con el rasgo de una literatura profunda, esa analogía se percibe en la obra teatral justamente ya que la representación es un relato que si bien no está escrito lleva el signo de un arte que se ha podido dominar. Interesante léxico, prolijidad en la interpretación y un marcado equilibrio entre lo que se sugiere con una expresión clara y la imagen que nos llena los ojos. No soy crítico pero sí literato y desde este punto puedo decirte que todo autor traza una línea desde su punto de partida, es una línea ascendente la cual marca su trabajo y dedicación. Te decía también que en las artes hay analogías y esta es una de ellas: Una obra teatral es igual a un relato escrito. Y tu trabajo también ha trazado una línea desde su punto de partida y esa línea no deja de ser ascendente. Cito nuevamente a Schopenhauer “pensar hasta el final”. Esa es la tarea y éste es el mensaje. Enhorabuena Guillermo
