04/09/2003 16:15por Fernando L Bajo las profundidades del Teatro del Pueblo existe una comisaría. Pero allí no todos tienen cara de perro o al menos eso aparentan...
Un grupo de uniformados al mando de Philips (Natalia Salmoral) tiene que develar una extraña desaparición: la oficial Paluzzi (Soledad Cagnoni) pasó a ser una incógnita de la noche a la mañana.
A partir de allí comienzan a salir a la superficie las verdaderas facetas de cada uno de esos uniformados que lo único que buscarán será quedar bien parados ellos mismos. De esta manera le muestran al espectador una de las caras más tristes de nuestra sociedad (porque el teatro es representación, y de alguna manera representa a un colectivo): la hipocresía.
Una impecable actuación de la oficial Costa (Gloria Carrá) que representa a la perfección el ideal de la mujer competitiva y saca a relucir la envidia y los celos en su faceta más oscura, actitud que involuntariamente la llevará a ser causante de una muerte.
Como su opuesto aparece Reuter (Luciano Cáceres, director de Paraísos Olvidados) un joven policía que transmite al espectador la imagen de honestidad y compromiso por su trabajo que deberíamos tener en cada una de las 53 comisarías de la Ciudad. Reuter aparece de este modo como un personaje alejado de la hipocresía que reina el lugar, pero como nunca la advirtió, la Verdad lo sucumbirá dado que su moral no está acostumbrada a este tipo de situaciones.
Bésame Mucho no sólo habla de hipocresía y traición sino también de la moral, de aquellas decisiones que se cruzan de repente por nuestras vidas y que sólo nosotros podemos afrontarlas para así posicionarnos frente a los demás y, fundamentalmente, frente a nosotros mismos con cierta altura moral.
Finalmente, la desilusión, la congoja, pero sobre todo la traición, son los elementos que vuelven a los personajes a su realidad mundana, aquella de la que se aislaron por el simple hecho de aparentar.
