Opiniones de Daniel S

  • El mar de los poetas 29

    23/06/2019 14:14 por Daniel S 3
    Hemos sido demandados. Así como sucede en la moderna doctrina jurídica que subraya la función social de la propiedad privada aquí la negrita se coloca sobre igual función, pero respecto de la Poesía.
    Hemos sido demandados: ¿Cuál será la acusación?
    Después de todo – pensaremos - las personas comunes no pueden resultar responsables de la fatídica relación histórica entre Poesía y Suicidio.
    La exacerbación del rótulo de “incomprendidos” es un subterfugio - dirán – para justificar el peso desmesurado de semejante acusación.
    No es así. Los poetas son los emisarios, son los canales de expresión, son el “input” sagrado de una disciplina que acompaña a la humanidad desde que las cavernas protegían, por las noches, la frágil supervivencia del hombre.
    Con una sutileza inapreciable el autor ha comprendido que de los cuatro elementos con que a las postres seguimos batallando sólo el agua otorga el bautismo de la salvación.
    El bautismo del fuego, en cambio, inicia el recorrido siempre efectivo de la devastación.
    Tres imponentes actores, apoyados en un texto y una dirección inmejorables, con una performance sólida y equilibrada, sin desmedirse, sin caer en el juego trágico de las desmesuras apetitosas, brindan un relato absolutamente compacto y esclarecedor de aquella relación, de aquella función que sigue teniendo la Poesía, pero que debe tallarse al precio de la incomprensión, de la discriminación y de la falta de aceptación.
    Sólo el bautismo del agua quedará a estos poetas magníficos, para, voluntariamente o no, subrayar con el determinismo de la sumersión la significación de sus existencias.
    Ellos, para los demandados, se han “suicidado”. Para nosotros, los Poetas, ellos, simplemente, se han bautizado. Todos los mares y los ríos son un Jordán que los redime. Sólo ellos pueden osar erigirse en sus propios sacerdotes, solos, sobre una tarima, ejecutando un ritual ora desprolijo, ora minucioso, pero siempre conducente.
    Hay poetas y poetas, dentro de esta magnífica pieza he reconocido, como poeta, claramente dos naturalezas distintas, a saber: los poetas descalzos, sutiles, necesitados de una atmósfera que les permita flotar en el elemento Aire y por sobre el elemento Tierra, y los poetas calzados, que gustan afirmarse y dar pasos fuertes y estruendosos sobre el piso. Sicologías ambivalentes que reconocen una misma sensibilidad, pero que trasuntan su experiencia de emisarios diferenciándose en el modo de asumirse en sus condiciones personales, dentro del lote desgraciado de los señalados, de los segregados, y, más doloroso aún, de los ignorados.
    Un tránsito que comienza obstinadamente, un repetitivo que concluye con un sentencioso “el mar es azul”, como portal de entrada a una experiencia teatral magnífica y portentosa, con momentos dramáticos en el que se conjugan de un modo absolutamente magistral todos los recursos lumínicos, sonoros y escenográficos, y un final en el que en un escenario vacío, sobre la tarima bautismal, una rama/remo nos invita, como espectadores, a ahogarnos etílicos de Arte tratando también de alcanzar la Luna. Hemos sido demandados y el Misterioso Juez que Kafka nos ha recordado como siempre inexorablemente antepuesto a la Ley nos ha condenado a tomar esa rama abandonada y remar.
    Porque no es una rama, es una posta.
    Ha concluido la obra. Los actores no reaparecerán sino para recibir, junto a la talentosa Directora, el merecido y cerrado aplauso que merecen. En el escenario “podrá no haber poetas, pero siempre habrá Poesía”, mientras para nosotros, los acusados, parafraseando a un gran poeta contemporáneo que tal vez haya merecido mayor reconocimiento que Zimmerman, “Marte no cede al poder del Sol, Venus nos enamora, la Luna sabe de su atracción…mientras nosotros morimos aquí, con los ojos cerrados, no vemos más que nuestra nariz…”
    Si usted sabe mirar por encima de su nariz, un poquito más allá, al punto de sentir el influjo poético de esa Luna, que es aquí también alegoría de la soledad y del destierro, permítase acompañar a estos actores y a su Directora, y sumérjase con ellos en las aguas bautismales de la Sagrada Poesía y de sus más valiosos y valientes corderos emisarios.
  • Llegó Godot 9

    14/11/2016 23:35 por Daniel 3
    He presenciado la función del 13/11/2016, pero no he asistido a esa función ni a ninguna otra.
    Parece incongruente, pero no lo es. Para la señora Godot no hay Aeropuerto populoso donde arribar, no existe más “meeting point” que un arbolito solitario, ubicado en las antípodas de nuestras limitadas existencias. Estuve viendo danzar, cantar y murmurar a un espectro que nunca llegó, porque habita en el Olvido, y de tal modo, tal vez, también nos habite “desde” allí. La “memoria” es otra cosa, finita y humana, parcial y subjetiva. El Olvido en cambio lo comprende todo. Soy un habitante más de esta Post Data que pretende darse un orgulloso punto final cuando allá lejos, muy atrás, ha dado inicio con tres puntos suspensivos.
    Porque la trilogía “Sociedad”, “Política” y “Religión” son los potentes durmientes del riel infinito de las Redenciones.
    Y Godot es la sospecha teatral por antonomasia de cualquiera de las tres.
    Tres redenciones, tres puntos suspensivos, pero antedatados y en este caso otorgados, expuestos y recreados de modo absolutamente sobrehumano por una actuación de las más potentes que he visto nunca.
    Subyugación.
    Ectoplasma.
    Hay una función creadora aún en el vacío absoluto.
    He sido un espectador que puede decir orgulloso que, asistiendo, faltó a la cita.
    Ayer, 13/11/2016, habría llegado la Señora Godot a mi vida.
    Hoy ya no lo recuerdo, pero fui creado por ella, por obra y gracia de su desolada anticipación.
    Esas miradas incomparables que cabalgan la oscuridad en el haz de una linterna sólo pueden observar como él ilumina nuestras espaldas, mientras huimos de una cita esencial que no reconoce pacto que la haya establecido.
    Impresionante, terrible Obra de TEATRO.
    He tenido el privilegio de verla (pero de nunca haber asistido) para comprender la endeblez y la futilidad de los sinos que arrastran a la humanidad entera por la desolación.
    Gracias Cristina Armada y gracias Roberto Cignoni por dejarme extenuado acompañando a la Señora Godot con mi ausencia.
    He sido bautizado por ustedes, y como el resto del público, con los benditos óleos del ARTE TEATRAL.
    Imperdible.


    He presenciado la función del 13/11/2016, pero no he asistido a esa función ni a ninguna otra.
    Parece incongruente, pero no lo es. Para la señora Godot no hay Aeropuerto populoso donde arribar, no existe más “meeting point” que un arbolito solitario, ubicado en las antípodas de nuestras limitadas existencias. Estuve viendo danzar, cantar y murmurar a un espectro que nunca llegó, porque habita en el Olvido, y de tal modo, tal vez, también nos habite “desde” allí. La “memoria” es otra cosa, finita y humana, parcial y subjetiva. El Olvido en cambio lo comprende todo. Soy un habitante más de esta Post Data que pretende darse un orgulloso punto final cuando allá lejos, muy atrás, ha dado inicio con tres puntos suspensivos.
    Porque la trilogía “Sociedad”, “Política” y “Religión” son los potentes durmientes del riel infinito de las Redenciones.
    Y Godot es la sospecha teatral por antonomasia de cualquiera de las tres.
    Tres redenciones, tres puntos suspensivos, pero antedatados y en este caso otorgados, expuestos y recreados de modo absolutamente sobrehumano por una actuación de las más potentes que he visto nunca.
    Subyugación.
    Ectoplasma.
    Hay una función creadora aún en el vacío absoluto.
    He sido un espectador que puede decir orgulloso que, asistiendo, faltó a la cita.
    Ayer, 13/11/2016, habría llegado la Señora Godot a mi vida.
    Hoy ya no lo recuerdo, pero fui creado por ella, por obra y gracia de su desolada anticipación.
    Esas miradas incomparables que cabalgan la oscuridad en el haz de una linterna sólo pueden observar como él ilumina nuestras espaldas, mientras huimos de una cita esencial que no reconoce pacto que la haya establecido.
    Impresionante, terrible Obra de TEATRO.
    He tenido el privilegio de verla (pero de nunca haber asistido) para comprender la endeblez y la futilidad de los sinos que arrastran a la humanidad entera por la desolación.
    Gracias Cristina Armada y gracias Roberto Cignoni por dejarme extenuado acompañando a la Señora Godot con mi ausencia.
    He sido bautizado por ustedes, y como el resto del público, con los benditos óleos del ARTE TEATRAL.
    Imperdible.








  • La Divina Comedia 3

    21/11/2010 07:39 por Daniel S 3
    Secuestra irresistiblemente la atención, pero la íntima, no la superficial.
    Nos advierte, más que nos recuerda, que finalmente seremos objeto de una abducción inevitable. Un verdadero paseo en la Barca de Isis, que sólo admite espíritus a bordo, con sus conciencias atribuladas y nerviosas. Usted será testigo de tal anticipación: de eso se trata, señor espectador.
    Un examen riguroso y determinante es el único Puerto Final.
    En tal sentido la obra constituye, más que una crítica, un ejercicio reflexivo de insoslayable actualidad para las mentalidades individuales y sociales de nuestra época no sólo planetarias sinó también locales, dado que la Florencia de los tiempos del Dante guarda un paralelismo estrecho con la situación actual de nuestro país.
    Si su hilo narrativo, de suyo, es poderoso, su hilo discursivo, más amplio, es aplastante, porque es impulsado con energía sobrenatural por un compromiso actoral conmovedor que se desenvuelve a través de una coreografía extenuante.
    Lo gestuado por los intérpretes no pareciera ser el resultado de un mecanismo actoral convencional, sinó de una toma de posesión medianímica completa. Impresionante.
    El sonido, los efectos ambientales, y la iluminación, sobre todo, acompañan cada mínimo matiz del desarrollo de la obra con una sincronía ajustadísima.
    El difícil trabajo de consolas, por ejemplo, resume prolijidad y efectividad.
    Una sinfonía perfecta.
    Teatro en estado puro.
    Altamente recomendable.