Opiniones de Guillermo

  • Rey Lear 13

    10/11/2009 15:14 por Guillermo
    Las expectativas cifradas –parodiando a Horacio- de una versión de Shakespeare a cargo del dúo Alcón- Szuchmacher me hacían acomodarme en la seguridad de presenciar un buen espectáculo) y digo buen espectáculo y ni siquiera versión o puesta en escena), de lo que se considera una de las obras más complejas del bardo de Avón.
    La decepción fue completa. ¿Cómo hablar de esta mediática puesta en escena sin dejarme llevar por el apasionamiento -del que careció la función- y el exacerbo? Difícil.
    Me tomo una pausa. Para quienes pudimos acceder a otros Lear incluyendo la magnífica interpretación de Ian McKellen bajo la dirección de Trevor Nunn por la Shakespeare Company en Stratford y luego en Londres o para quienes simplemente tuvimos contacto con el texto y conocemos al autor, esta puesta en escena ratifica, primero el daño que la televisión ha causado en Capital Federal al teatro y luego el empobrecimiento que a veces produce la era en que vivimos.
    Comienzo por la dirección: Una puesta exquisita, con elementos del distanciamiento, ágil, atrevida por momentos, pero olvidada de la dirección de actores, apurada para no sobrepasar los tiempos que el público contemporáneo exige. Ninguna situación es explotada actoralmente, ninguna pausa, ningún momento. Las muertes y los desencuentros al igual que los amores y los encuentros se suceden sin pena ni gloria desoyendo las rítmicas que el propio texto nos recuerda a cada instante.
    Una concepción “baja en calorías” olvidada de las connotaciones de una Tragedia de Venganza como esta, que naufraga entre hijas que son crueles sólo porque el texto nos lo infiere, un Edgardo/Furriel expuesto insensatamente en el escenario rodeado de un elenco que está a su altura: frío, apático, desapasionado e infinitamente pequeño y pueril en el universo shakespereano.
    Tema aparte Lear. Las glorias pasadas, los bien merecidos aplausos de otras épocas no alcanzan para construir un personaje de la talla de Lear y Alcón debería saberlo. Recursos técnicos de una voz privilegiada y artilugios del “oficio” conspiran para lograr un personaje comatoso, donde nada lo atraviesa. Y ahí, ese instante sublime donde Lear y Glocester, con quienes el destino se ha cebado hasta el hartazgo, se encuentran y se reconocen, pasa rápido, sin pena ni gloria, para no demorar los 120 minutos a los que estamos exigidos. Un Lear post-moderno donde nos invitan a la forma y no al contenido. Donde sólo nos queda el espectro, la sombra del Shakespeare en los atisbos de su texto.
    Sólo Kent y Edmond (Peña y Gil Navarro) quieren romper ese letargo, lo intentan desesperadamente y nos transforman, por momentos, nos inquietan. Intentan acercarnos el Shakespeare que quedó afuera del Apolo.
    Una dolorosa experiencia que debe tomarse solo como estudio de un sistema de abordar a Shakespeare sin Shakespeare.