Opiniones de Diego S

  • Oh!!...Juremos con plumas vivir 2

    31/03/2009 12:03 por Diego S
    ¡Es una cosa de locas!

    Glamour, humor, música, talento, vestidos increíbles y la dirección de Eduardo Solá. El resultado: una revista entretenida y de buen gusto; llena de glamour, como ellas.
    Haciendo la fila para entrar al teatro nos anticipamos a lo que vamos a ver en el escenario. Los vestuarios de los espectadores son de lo más diversos: algunos muy elegantes, otros muy combinados para “vestirse mal”, y, obviamente, no faltaron las ropas que llamaban la atención más de la cuenta (¿cuánto será eso?). Todo esto nos da cuenta que el público no es el que va siempre al teatro (en líneas generales), es un público diferente, como la obra. Agarro una guía del Bs. As. gay e ingreso a la hermosa sala del Margarita Xirgu (perdón, se me cayó una pluma).
    Cuando abre el telón esperamos mucho de “Oh!...juremos con plumas vivir”; y claro, los antecedentes de los artistas así nos predisponen (¡cómo olvidarse de Caviar!, entre otras cosas). Acaba la bella música de sala y Ema y Ñata muestran su oficio y “timing” (para escribir a la altura del glamour de la obra). En ese primer cuadro dejan años de formación sobre el escenario. Lo único que “ensucia” esta primera parte es que hay gente que sigue entrando (a los responsables del ingreso: ¡Esto distrae mucho! Es una falta de respeto para los artistas y los espectadores) y un acomodador ubica una vieja paqueta y a otra loca le suena el celular y atiende y habla sin ningún reparo y me dan ganas de decirle que hay que tener respeto. Pero bueno, es una función de prensa (y tomamos vino gratis –así que no quejarse-). Todos debemos educarnos para ver teatro. No reírnos antes del remate del chiste; pero Ema y Ñata provocan eso: risas y risas. La puesta de luces es impecable, como todo.
    Llega el tango. Es correcto. Imposible pensar en algo clásico. La fonomímica es hecha a la perfección; sin errores; meticuloso; a lo Solá. Cuando llega La muerte del cisne aparecen, hasta el momento, los aplausos más fuertes. Si bien en los monólogos aparecen “culos, tetas y pitos”, esto no se hace repetitivo ni grosero; un gran acierto. Nos deleitamos con Beba Argerich y sus clases de piano. Y actuación. ¡Cuánto oficio! ¡Cuántos años de formación! ¡Cuántos años dedicados a esto! Baja el primer “bravo” de la platea. Felicitaciones.
    Piazza sube al escenario y la gente lo aplaude y reluce el cholulismo que llevamos dentro. El diseñador es puro carisma (más tarde harán un chiste acerca de cómo hacer para bajarlo del escenario) y presenta una hermosa y delicada colección de vestidos. Quizás la duración del desfile es extensa; sobre todo teniendo en cuento el “ritmo” que venía planteando la obra. Pero enseguida aparece La divina Bijou y con sus chistes logra la ovación del teatro. Sin palabras. O sí. Una: excelente. La gente celebra la ya conocida imitación de La Chiqui Legrand; un clásico. Y más aplauso. A esta altura los espectadores están más que conformes y nadie diría nada si el espectáculo llegará a su fin. Aplaudirían de pie. Pero esto sigue.
    Y entre cuadros musicales y humor se va acercando el final. Quizás el glamour y erotismo en rosa sea el cuadro que más haya que trabajar, pero nada grave. Antes del final una deliciosa Rosita Castro arranca carcajadas y aplausos.
    Y así, entre glamour, música, bailes, vestidos, humor, carcajadas y aplausos los espectadores sacan el culo de la silla y aplauden de pie. Los actores agradecen. Pasamos todos un buen momento. Me voy corriendo a buscar el autógrafo de La Solá (perdón se me cayó una pluma cholula). Y a tomar mi última copa de vino. ¡Hic! Salute.

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