Opiniones de Moira

  • Máquina Hamlet 6

    17/12/2008 21:41 por Moira
    MAQUINACIONES por Moira Soto

    Hay autores que cargan con férrea coherencia la responsabilidad de decir las verdades más terribles e indeseables, sin dar tregua, sin darse tregua… Heiner Müller es por cierto uno de esos autores, y su obra Máquina Hamlet una suerte de compacto tragicómico (más tragi, claro) donde cada línea, cada palabra revienta de alusiones, referencias, sentidos. Frente a este texto, frente a su representación, pese al (saludable) malestar que genera, dan ganas de de retomarlo, de volver a empezar cuando termina, para poder profundizar, excavar en ese material tan rico y complejo, con esa forma aparentemente caótica, con esos contenidos de aterradora vigencia.

    El valiente equipo dirigido por Marcela Fraiman ha osado lanzarse al abordaje de Máquina Hamlet, tirarse a esta pileta de aguas tenebrosamente humanas, La versión que se ofrece en El crisol, en un galpón apenas adaptado como sala teatral, denota un arduo trabajo de búsqueda, de ensayo y error, y sobre todo, de ensayo y acierto. Una vez más, el potente texto funciona como plataforma de lanzamiento, se desgaja en manos de la directora en escenas completarias que a apelan a diversos registros, los espacios escénicos se multiplican gracias a la luz que brota de fuentes a menudo inhabituales, a la escenografía que se va transformando a la vista del público (y que ofrece hallazgos tan brillantes como esa enorme torta de bodas), mientras que una inspirada columna sonora armada con temas que dialogan con el texto y unas proyecciones dobles que recrean la perspectiva, ofrecen imágenes de alto voltaje político o parte de los textos escritos como graffiti, jugando con el diseño y el color. Pero sin duda, en la representación, la actriz y el actor se erigen en la heroína y el héroe de esta pieza que no habla precisamente de heroísmo. Esta versión les exige grandes y constantes cambios de registro, ir de lo coloquial al grito, del naturalismo a la payasada, de un género al otro, de varón a mujer y al revés. Y Carina Resnisky y Martín Ortiz responden a conciencia, plenamente jugados, tomados por la contundencia sin complacencias, por esa lucidez implacable del genial Müller.