03/07/2007 13:34por Natalia Tuve oportunidad de asistir a una función de Erzebet (juego de rol), a partir de ello quiero asentar un breve comentario. Antes que nada dejo de lado cualquier referencia al gusto, ya que como manifiesta Kant en sus escritos, el gusto es subjetivo, y entiendo que carece de criterio reflexivo. Y justamente en este discurso lo que quiero es reflexionar. Considero que el teatro, oficio y profesión que data de largo tiempo, es un sitio sagrado en donde no puede faltar las instancias de análisis, creatividad, belleza y “reflexión”. La conciencia y la lucidez son términos que deben ser parte de un proceso de creación. También resulta necesario contar con una formación adecuada como pieza imprescindible en la actividad teatral. Creo que estas son sólo algunas cuestiones que deben considerarse seriamente a la hora de concebir un acontecimiento teatral. Pienso que esta obra carece en gran parte de estas condiciones. Abundan códigos inentendibles e ideas redundantes acompañadas de elementos precarios. Con actuaciones inconsistentes y poco creíbles.
Es imposible eludir, tanto la temática como el personaje al que se hace mención, La Condesa Sangrienta, esto implica inevitablemente el acceso a una información e investigación profunda de las fuentes correspondientes.
Con respecto al texto, era difícil no detectar los puntos de familiaridad con el texto original de Alejandra Pizarnik.
Me permito ahora hablar desde la sensación y la apreciación estética. Mi estado comenzó con un absoluto asombro mutando a medida que avanzaba la obra en un concreto malestar que me hizo plantearme la posibilidad de abandonar la sala en mitad de la función.
Finalmente, y tal vez de modo redundante, considero que el quehacer teatral exige una reflexión constante.
Para terminar, cito las palabras de uno de los mentores del Surrealismo, André Bretón:
“...la belleza será convulsiva o no será...”
