Los ojos abiertos de ella

"La obra tiene una suerte de dedicatoria o destino: "para aquellos que me ayudaron a no morir", que sigue más vigente que nunca. Porque más allá de los escenarios superpuestos, simultáneos, sucesivos, que surgen detrás y delante, dentro y fuera de una mujer, escenarios en los que transcurren sucesos simples, maravillosos, aterradores o fascinantes, los agradecimientos pertenecen a donde no hay duda posible y todo es bello, bueno y verdadero.
Gracias, entonces, primero.
Y luego el amor y la muerte: que de qué otra cosa puede hablar una obra de teatro.
Un día, sin razón alguna, sin que importantes científicos consultados afirmaran más que la ausencia total de explicación y por lo tanto se aboliera el principio de causalidad, algo explotó dentro de mi cabeza. Sin metáfora alguna.
He sobrevivido sin mayores consecuencias dolorosas, salvo el pajarraco éste que llevo sobre mi hombro izquierdo, que susurra cada tanto en mi oreja mi finitud. Nadie puede ver a este animal: lo imagino. Así que puedo afirmar que lo verdaderamente temible no es "la muerte", sino "las muertes", esas que cada día se nos llevan un pedazo, montadas en la resignación, la cobardía o la desilusión.
Pero lo que quizás pudiera tener de interesante "Los ojos abiertos de ella", es que cada día me parece que trata de otra cosa diferente. Así que les ruego no dar importancia a las líneas precedentes, y los invito, como si fuera a una fiesta, a que acepten bailar una pieza con los personajes. No habrá peligro, espero
".
Raquel Diana

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