Cien pedacitos de mi arenero

En las afueras de la ciudad. Bajo la espesura de una noche de bruma. Cuatro hombres en sucesión arrojan el cuerpo de su mujer recién muerta al desventurado mundo de un basural. Sus cuatro esposas han sido asesinadas. A manos de cada uno de ellos. Respectivamente.
Aquello que fue el cotidiano parir de la relación conyugal ya no existe. Sólo quedan los restos sucios que la ciudad expele: ruidos anónimos, sirenas, autos que siguen su marcha.
Un mundo de hombres perforados por el despecho, el ardor y la ingrata sensación de haber matado algunos pocos recuerdos del amor. Un mundo de mujeres envasadas en bolsas de consorcio. Un mundo de basura en construcción.
No hay acuerdo para la acción. Sí hay motivos. Luego, quizás, haya más acuerdos que motivos para pensar que no fue tan así.

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