La Santa Rita

Celia no está sola.

Ella vive con sus plantas a quienes atiende con total devoción.

Eso es lo que más le gusta.

Regar, las plantas, verlas crecer; le da una alegría verlas crecer.

Celia riega todos los días, todos los días riega y mientras riega, les habla.

Porque las plantas sienten, hay que hablarles… ellas sienten todo.

La rutina de Celia es interrumpida la mañana en que un hombre ingresa a su casa, perturbando la conexión con su jardín, invadiendo la intimidad de sus plantas como extensión de su cuerpo y Celia expone con naturalidad los hechos, tal cual fueron.

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