Verona

Es un cumpleaños especial, hay fiesta en la casa familiar y ha viajado desde Italia Goyo, el único hermano varón, el menor. En ese baño y esa noche las tres hermanas discutirán quién se hará cargo de su madre, enferma de Parkinson, ya que Adriana, quien se ocupaba de cuidarla hasta entonces, no podrá ocuparse más. Goyo podrá llegar hasta la puerta cerrada, hablar a través de ella, esperar, insistir, pero por una cuestión de género no será invitado a entrar. Mientras dure esa noche, con humor y crueldad, ellas serán capaces de decirse todo lo que haga falta, y lo que no haga falta también.

Dice Claudia Piñeiro: “Escribir Verona me dio la posibilidad de reírme, de sentir que yo podía ser cada una de esas tres mujeres y pelearme y defenderme de cada una de ellas. Pero también me dio la posibilidad de reflexionar, acerca de las relaciones familiares, acerca de los vínculos más entrañables y a la vez más dañinos, esos que se gestan dentro de la casa donde nacemos y crecemos, los vínculos que no preparan para la vida, para bien o para mal.”
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