La Cantante Calva

Ionesco nos invita a través de La Cantante Calva a reflexionar acerca de la incomunicación, la monotonía, el sinsentido, las relaciones carentes de íntima conexión.
La obra estrenada en 1950 no ha pasado inadvertida. Vemos en los matrimonios Smith y Martin algo profundamente humano y desolador: la incapacidad de escuchar al otro, el ruido, la repetición, la incoherencia. Día tras día, la misma rutina los arrastra como autómatas a un círculo infinito que no parece detenerse. La vida pareciera pasar inadvertida para estos personajes que ya olvidaron donde viven y quiénes son y sin embargo en su ignorancia continúan sosteniendo conversaciones vacías de contenido y de sentido. El teatro del absurdo en todo su esplendor. La vida misma.

Todo nos lleva a reflexionar. Ionesco sabía observar al ser humano y producir desconcierto en el público, dejándolo perplejo ante una realidad en la que todos estamos inmersos, en mayor o menor medida, en el ruido de la vida.
Seguramente este mundo atravesado hoy por la pandemia, el protagonismo de la tecnología en nuestras vidas y el cambio climático serían para Ionesco una fuente inagotable de inspiración.
Vivimos en un mundo que se empeña en convencernos que estamos hiperconectados, en un mundo donde cada día se mira cada vez más el celular y menos a los ojos. Donde se escucha sin escuchar, como autómatas, mientras el dedo recorre las últimas actualizaciones de las redes sociales.

¿En qué nos estamos convirtiendo? El riesgo, el sinsentido es desconectarnos de nuestro ser verdadero y de los demás. En todos los tiempos, en el de Ionesco, en el actual, en todos los tiempos.

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