Morite mamá

Miguel canta su canción desesperada frente a una lápida. El nombre en la piedra es el mismo que él falsificaba en los boletines. El hijo-bruja conjura a la que lo mortificaba, su voz en llamas se eleva a la luna en una última súplica: la posibilidad del amor. Los huesos bailan en la tumba y la sombra materna se cierne sobre su cría. Ella toma el cuerpo que parió, el poseído la expulsa. Luchan un duelo desigual porque la mamá mala del más allá ya está dentro de su hijo para carcomerlo desde adentro, hablar por su boca y ahorcarse con el cordón.

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