Exuvia

Yolanda y Jeremías, una madre y un hijo que no sólo comparten la frivolidad de un vínculo biologicista, sino también una suerte de cortejo bestial entre cazador y cazado. Ella, madre cocodrilo que huye de su temido final. Él, cachorro encerrado en una cotidianeidad rutinaria impuesta por su depredadora. La piel se resquebraja, la maquinaria se detiene, y prorrumpe una eyaculación de rebeldía.

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