Un premio para Gisel

El patio de la pensión sirve de encuentro obligado para Perla, Juan, Pedro y Gisel. Inquilinos de la vida, nunca propietarios. Conviviendo en la telaraña cotidiana, gestando sus propios valores. En la pelea para reconocerse lejos de la mirada social, que los ha emplazado al territorio de los que alquilan. Nunca el territorio es propio, siempre prestado. Y eso se pega en la piel. Sólo les queda irrumpir en el mundo de los propietarios, tomarlo por asalto y cantar victoria para sentir que esta vida les pertenece.

3 Histórico de funciones