No hay mentira mia que dure fresca hasta las diez de la noche

Una habitación de motel como único testigo en la espera de una mujer que desespera, se ahoga, se arma, se vacía, se repite, se silencia, grita y ensordece, recuerda y presiente, y espera, espera... mientras sus palabras se mezclan con las pistas de un hombre del cual solo queda su voz entreverada en las células grises de un televisor...
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