Congénita

El punto de partida es el miedo. Seres perturbados se encargan de la crianza de dos pequeñas. En este entorno hostil se desarrollan una serie de eventos que entremezclan la realidad con la fantasía, los recuerdos con la imaginación.

Algo oscuro se oculta detrás de la familia Iraola. Como un juego de las niñas, las reglas son claras y definen las relaciones de poder. Un juego capaz de enlazar varias historias en una sola.

Una madre agobiada por las infidelidades, confinada a criar a las nenas, estalla cuando ve derrumbarse lo único relevante en su vida. Un padre que busca el amor en cada botella y cuando lo encuentra, no quiere dejarlo ir, sin importarle su familia. Una amante capaz de dejarse confundir por situaciones para evitar ver las vilezas de su amor, pasa de una extraña fascinación por las niñas a un tremendo aborrecimiento.

El padre, la madre, la amante, las niñas y el hijo recién nacido cultivan relaciones enfermizas conviviendo bajo un mismo techo. Cuando absolutamente todos son responsables, la culpa es expiada.

El ambiente lúgubre y violento generado por los adultos va gestando progresivamente un entorno de presión psicológica hasta la adultez de las nenas, evidenciando una gran aberración física y emocional. Los recuerdos parecen haber sido bloqueados, se van borrando los límites entre la fantasía y la realidad.

A veces cuesta entender que la realidad es una construcción y que elegimos la versión que conviene, la más edulcorada, porque es la que menos duele.

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