TITA Y NENÉ. Bombones para un entierro

En junio del '55 con el clima social de un inminente golpe de estado, dos hermanas se reúnen en su casa natal de Parque Patricios luego del entierro de la madre.
Opuestas desde lo físico hasta lo interno, ofrecen una continuidad del grotesco argentino, donde las conductas éticas de los personajes se ven degradadas por la aparición de lo oculto, la transgresión de las normas, y las miserias humanas reveladas por la urgencia de las circunstancias.

¿Qué es el grotesco teatral? ¿Son personajes tristes que hacen reír? ¿O marionetas patéticas que hacen llorar? Desde Carlos Mauricio Pacheco, injustamente degradado por "sainetero", con su Don Julio de "Los disfrazados", pasando por Miguel de Mateo de Armando Discépolo, hasta la Nona de Roberto Cossa, el llamado grotesco nos habita y reconstruye un universo triste y risible a la vez. En tiempos de verdades perdidas u ocultas, nuevamente quiere emerger en esta "Tita y Nené" que intenta sobrevolar tiempos idos y perdidos en los pliegues del recuerdo. No nos propusimos resignificar ni género ni estilos, estos frágiles personajes emergieron desde nuestra infancia, montados sobre las fracturas del presente. Vaciados de sentido trajinan la realidad de un mundo del cual difícilmente puedan huir.
Impensadamente estos personajes traen a la escena una variada y a veces imposible secuencia: la muerte, la belleza, la fealdad, el engaño, la soledad, la historia, la familia y la política. No hay en "Tita y Nené" héroes. No hay épica sino subjetividad. El yo entrampado en el tejido cultural de una época, de una clase social, de una historia fatal.
"Buenos Aires patria del mundo". cantaba amorosamente Nicolás Olivari ante el cataclismo imposible de la inmigración, ese río que aún no aquietó sus aguas ni definió su caudal. En ese torrente de pobreza, soledad y miseria navegan nuestros personajes. Heridos de ausencias, de amor y vacío. Quieren ser lo que desconocen y ansían, detrás de ellos la sombra amenazante del autoritarismo se cierne sobre sus vidas y determinará sus destinos.
Amorosamente nos acercamos a este mundo de los 50, descubrimos constantes que aún perviven, algunas como rojos malvones en las macetas de la abuela nos recuerdan la belleza de ser niños y vivir como si nada. Otras nos afligen por su persistencia de estigma de imposibilidad.
¿Eso seremos? Ojalá nuestro descubrimiento también sea el de ustedes.
Alberto Cattan

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