El ocaso de un estafador

Segunda Guerra Mundial. 9 de abril de 1940: las tropas nazis invaden Noruega para apoderarse del hierro, violando, de este modo, la neutralidad del país escandinavo en el conflicto bélico. Es, precisamente, la explotación de ese mineral la empresa que lleva al banquero Juan Gabriel Borkman a soñar con una inversión de réditos desmesurados. A causa de sus especulaciones financieras, Borkman –un verdadero megalómano- estafa a todos los que le confiaron su dinero. El estafador y, por supuesto, también los estafados, con algo en común: la codicia. Y un estafador luego estafado por una fuerza superior, el nazismo.

Henrik Ibsen (1828-1906) es considerado el padre del drama moderno. Al decir de Jorge Luis Borges: “Ibsen es de mañana y de hoy. Sin su gran sombra, el teatro que lo sigue es inconcebible.” Un autor clásico del teatro universal y, por lo tanto, nuestro contemporáneo. Por esto, nos permitimos apropiarnos -en esta versión muy libre- de la obra Juan Gabriel Borkman (1896) del autor noruego, traspolarla de época y, así, diversificar sus sentidos. Pasado y presente, virtualidad (con la lógica del sueño) y realidad interactúan, como un modo de desligarnos del realismo meramente representativo.

A los protagonistas de esta historia los caracteriza una “conciencia cínica”, muy actual: ellos saben muy bien lo que hacen, y por eso lo hacen. Asistimos al ocaso de un estafador como asistimos a la discordia entre el individuo incomprendido y la sociedad -tópico recurrente en la obra de Ibsen. Las estafas de ayer y las de hoy. Estafa política y social, estafa económica y, sobre todo, estafa moral. Los pilares de nuestra sociedad, como la de Henrik Ibsen hace más de cien años, se siguen derrumbando. Marcelo Velázquez.

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