El techo del mundo

Cada persona tiene su propio discurso permanente, un río perenne y subterráneo en constante amenaza de desborde, el exceso es inminente cuando el cuerpo entra en implosión.
La crisis deviene en un juego incesante entre las resistencias que han sido inscriptas en nuestra carne y los imaginarios posibles que guerrean con la hostilidad humana generando otra existencia con profunda ausencia de sentido al actuar de cara al vacío.
Cada una se vuelve para la otra el espejo y su destrucción, la sombra y su ruptura, la animalidad y la abstracción de las formas, la ventana hacia la infracción que puede desgarrarte en metamorfosis.

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