Silenciadas Las Mareas Silenciadas

Silenciadas las mareas Silenciadas es el grito que se revela en una garganta muda. Es la emancipación luego de un discurso, es la posibilidad de fugarse del infierno. Es la pequeña gran historia de una mujer que ve la posibilidad de escapar. Es un escape constante de una realidad de incertidumbre y soledad.
El eco de las bailarinas todavía resuena en el prostíbulo. La voz del dueño de todo esto, que ahora está muerto, se hace presente en el recuerdo difuminado de Ana. Ana recuerda, una y otra vez, desde su niñez hasta el día de ayer. Ana ve más allá de esta habitación sucia. Ana ve el mar.
Y a su alrededor la tristeza de dos hombres que ya no comprenden como habitar este mundo. El miedo al vacío. El miedo a la lógica cotidiana de vivir para morir. El miedo a ser miserables y quedar solos en este antro que se hunde.
Hay una sensación de encierro. Nunca se sale, nunca se entra. Estar. Simplemente estar y convivir con los otros. La dependencia absoluta, la simbiosis. La sensación es que los recuerdos de Ana y su vida con los dos hombres dentro del antro, son situaciones aisladas. Pero poco a poco se van a ir integrando de manera conjunta a este letargo ridículamente poético que habitan todos ahí adentro.
Destellos de amor, manipulación, juegos de poder y violencia: la metafísica de estar con otros.
Cada uno de los cuerpos se zambullirá hasta el fondo de su miseria, de forma absurda y hermosa, trágica y sencilla. Encarnando una historia que podría ser contada una y otra vez por esta voz que vuelve a hacer sonar a las mareas.

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