Una primavera

Cuando baila un cuerpo solo, baila una comunidad anacrónica y diversa. Asumo la parte de soberanía que comporta ser/estar bajo la mirada del otro como la impagable ocasión, de probar el peso, la densidad, la consistencia, la dureza de una materia llamada soledad.

Volvemos a bailar la Consagración de la Primavera, que no permite ningún juicio posible sino la constatación de que algo sagrado ha tenido tiempo de ser forma, imagen y sentido sin ser ninguna de estas cosas. Volvemos a bailar el pasado con este cuerpo que afirma obstinadamente la disolución de la forma siempre provisoria, siempre insuficiente, de los pasos.

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