Juegos de amor y de guerra

Despedida domingo 11 de junio -

Buenos Aires, 1942. En la ciudad, lejos del escenario de guerra de la vieja Europa, también se padecían sus consecuencias y el Gobierno de Castillo seguía en la indefinición. Por un lado estaban los adictos a los alemanes y por el otro a los aliados. Todo preanunciaba una crisis y el estallido llegó con el golpe de los Coroneles. Con este trasfondo se desencadena esta historia basada en un hecho real, que conmovió los cimientos de una benemérita institución y el de una tradicional familia, reflejo de una sociedad, una clase y un país antes de los cambios que se avecinaban.

Este espectáculo fue realizado con el apoyo de Proteatro

Este Espectáculo cuenta con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro


Sobre Juegos de amor y de guerra en los medios:

Susana Freire para La Nación

"Esta pieza basada en situaciones de un hecho real rescata situaciones de la década del 40" (...) Eran tiempos en que el juego democrático dejaba mucho que desear, y lo importante era trepar y permanecer, dejando el honor de lado" (...) "Andrea Bonelli tiene una fuerte presencia escénica y sobre ella recae el peso del protagonismo, muy convincente; y Luciano Castro, por su lado, es la contrafigura que calza con acierto el uniforme y la prestancia militares." (Muy Buena).

Adrian Melo para Suplemento Soy/Página 12

Fin de fiesta. "Juegos de amor y de guerra se erige como obra pionera en abordar uno de los acontecimientos más silenciados de la historia argentina y más caros –por su carga erótica y política–: el escándalo de los cadetes del Colegio Militar en 1942. Y el mérito es que lo hace de forma tangencial para hablar de un tema mayor: el odio y el desprecio de clases como identidad de la política y de la sociedad local y la hipocresía de las clases dominantes más conservadoras."

Luis Mazas para RadioZónica / Primera Fila

Un espectáculo imprescindible - LA GRIETA CONTINUA - Muy Buena

“Juegos de amor y de guerra” tiene la oportuna virtud de hablar tanto del entonces como al presente. Y en ese sentido constata, en su vigencia remanente, que nuestro devenir reciente tenga, endémico, un irritante poder de morderse la cola. Y de llevarnos por libre asociación a ese entelequia inextricable que llamamos “la grieta”. Esa que nos separa hoy, populistas de neoliberales."

"Oscar Barney Finn vitaliza y otorga verdad expresiva a este “Juego…” de avideces y crueldades, con su habitual claridad expositiva que no soslaya un sutil expresionismo. El feroz combate de dos caracteres en pugna que se atraen y se rechazan, social, eróticamente; como gatos y ratones, comprometidos en los protagónicos de Andrea Bonelli y Luciano Castro. El despojamiento visual concentra esa lucha. Finn juega la otra cara de la depravación, el engaño, la trampa del comercio extorsivo. La negra mirada expresionista sobre “los invertidos” en el alegato de “Celeste Imperio”, el emigrante que exacerba la otra depravación mayor del hombre que es la guerra, sus obras y sus pompas. Ese desesperado que el director modela sobre la inquietante ambigüedad de Sebastián Holz. Buen compromiso de Sebastián Magariños (el cadete y acusado) y de Diego Vegezzi."

Osvaldo Quiroga para El Refugio de la Cultura

Excelente espectáculo sobre la miseria moral de una sociedad

Miseria ética, corrupción y cinismo abundan en cada réplica de “Juegos de amor y de guerra”, la obra de Gonzalo Demaría que acaba de estrenarse en el Centro Cultural de la Cooperación. No hay duda de que es un texto difícil para cualquier director. Pero Oscar Barney Finn no sólo sale airoso del desafío, sino que construye una puesta en escena austera y riquísima en ideas de dirección. El espectador siente que está dentro de esa atmósfera opresiva, casi un espejo de lo que era el nazismo en la Europa en esos años. Pero la acción no transcurre en el viejo continente. Es Buenos Aires en 1942, con los militares argentinos que miraban con simpatía a Hitler pero que no se animaban a convertirse en sus aliados. El gobierno de Castillo seguía en la indefinición. En el medio de esa atmósfera, donde los Coroneles dieron su golpe de Estado, un cadete del Colegio Militar vive un hecho traumático que desencadena las conductas más abyectas de los que se convierten en jueces de su conducta.

La madre –consagratorio trabajo de Andrea Bonelli- encarna lo peor de esa sociedad. Pertenece a ese grupo que en todos los gobiernos ostenta posición de apellido y superioridad de cuna. En la excelente composición de la actriz, el personaje genera tanta repugnancia como deseo. Ella es la amante del Teniente, a quien desprecia porque es el hijo de un inmigrante. Como siempre que hablamos de teatro, el secreto está en el cuerpo de los actores. El rictus que ostenta Bonelli en su rostro, los movimientos felinos y acompasados, la rigidez de su torso y la soltura contenida frente a un erotismo más cercano a la pulsión de muerte que al placer erótico, caracterizan su estupendo trabajo.

Santiago Magariños, en la piel del hijo, soporta sobre su cuerpo el precio de un castigo brutal e injusto. Él es el chivo expiatorio de un sistema que cada tanto tiempo necesita encontrar un caso parecido para legitimarse. En la última dictadura militar, mientras robaban bebés, torturaban ciudadanos y arrojaban gente al río, los militares vernáculos decían que eran la “reserva moral de la patria”.

Impecable el trabajo de Sebastián Holz como Celeste Imperio –además es un cantante excelente-, y muy buenas también las labores de Luciano Castro, el Teniente, y Diego Vegezzi, el cadete. Por otra parte, la escenografía, el vestuario, la iluminación y la música son sólidos puntales del espectáculo.

La obra de Gonzalo Demaría, en la puesta en escena de Oscar Barney Finn, deja la sensación de que algo de ese mundo perdura en la historia argentina y cada tanto reaparece con renovados bríos. Y duele. Las verdades del teatro solo se expanden si está bien hecho. Y este espectáculo no tiene fisuras. Es de visión imprescindible.

Isabel Croce para La Prensa

Entre drama, romance y corrupción. Calificación: Muy buena

"El director Oscar Barney Finn maneja con su acostumbrado mano de seda la puesta, férrea en situaciones límites como las pasionales de la madre y el teniente, emocional en el reclamo de Celeste Imperio, justiciera en el fuera de campo en que un adolescente ejecuta lo que una falsa autoridad postula como forma de limpiar el nombre. Una imponente Andrea Bonelli alcanza momentos límites con limpieza de recursos y ajustado tempo dramático entregando una imagen recordable, mientras Castro Luciano en una correcta interpretación subraya las dudas de su militar en problemas.

Puesta impecable con una escenografía y un vestuario austero, donde la insignificancia de los individuos es señalada por la altitud de los cortinados a la manera de crespones. Una iluminación rica los destaca y la contundencia del grupo de gorras militares apiladas en la primera escena oficia como símbolo en la infinita mesa de las decisiones. Destacables los actores jóvenes. Santiago Magariños en un emocional abordaje al personaje del hijo, Diego Vegezzi como su compañero y especialmente Sebastian Holz. Su Celeste Imperio es una cuidada composición que conmueve especialmente en el discurso final."

Catalina Dlugi para El Portal de Catalina

Todo se une para que no se pierda esta obra.

Por qué sí: Porque Oscar Barney Finn uno de los directores más capaces, finos, creativos, estuvo desde el comienzo del proyecto e imaginó sobre esos hechos históricos una puesta despojada y operística, sin tiempo e impresionante. Y luego dirigió a sus actores sacándoles lo mejor de sus capacidades. Una Andrea Bonelli bella, fina, implacable. Un Castro Luciano justo, recio y brutalmente seductor en ese militar ambicioso que se sabe hijo de un verdulero pero que siente que ha llegado su momento. Sebastian Holz, representando a la última oleada de los inmigrantes, la de los sobrevivientes, despliega sus muchos recursos en un travesti desesperado. Santiago Magariños en esa victima que cree en la justicia, y sucumbe ante una madre terrible. Diego Vegezzi como un cadete que no fue salpicado pero ha sido testigo.

Sandra Commisso para Clarín

Sin lugar para los débiles. "Un drama familiar que desencadena en tragedia se levanta como espejo de un momento histórico y social en el que las apariencias tienen tanto peso como para derrumbar voluntades de hierro. (...) En Juegos de amor y de guerra, la obra escrita por Gonzalo Demaría y dirigida por Oscar Barney Finn, la acción transcurre en Buenos Aires en 1942, un año atravesado por la guerra en Europa. Pero esa contienda bélica que parece tan lejana del otro lado del Atlántico, y sin embargo, sus coletazos resultan tan letales como las bombas de los ejércitos." (Buena).

Jorge Lafauci para Todo por Hacer, Radio 10

"Con un gran trabajo de Andrea Bonelli y con una gran puesta y dirección de Oscar Barney Finn. Una obra bastante dura que recrea una historia verdadera de 1942 y que está muy bien realizada para los fanáticos del drama y de la historia."

Atilio Tustali para SobreBUE

"Sobresaliente material que muestra un sinfín de observaciones sobre muestra historia reciente y este presente correlativo. Imperdible."

Carlos Abeijón para El Explorador Cultural de Lorena Peverengo. Una mujer. Graciela Borges. AM Nacional.

"Con urticante trasfondo político y en base a un escandaloso hecho real,que conmocionó los estamentos conservadores de una rígida institución del país, el inquieto Gonzalo Demaría construye un atractivo andamiaje teatral,donde las luchas por el poder y los conflictos de clase estallan sin medias tintas.Un texto inteligente, que el sutil teatrista Oscar Barney Finn lleva a escena con su habitual maestría y gran manejo de los recursos escénicos. Un gran trabajo actoral acompaña los grandes logros de la pieza, que no hay que dejar de ver. Para recomendar. Muy buena."

Estela Gómez para Cultura del Ser Producciones

"Es una puesta en escena magistral e impecable en en su sutil escenografía, en su vestuario con finísima confección y diseño; la pulcritud de sus elementos materiales contrastan con la crisis interna de los recursos humanos de los roles expuestos y esto es mérito de su director Oscar Barney Finn, quien nos sigue demostrando su gran intuición y capacidad. Gonzalo Demaria, su autor, logra mostrar en su dramaturgia una trilogía muy fuerte, la diferencia de clases, el autoritarismo y el honor manchado, que se enlazan de manera precisa y continua."

"La recomendamos muchísimo porque Andrea Bonelli, se luce al máximo; esa teatralidad innata la inunda y la desborda, volcándonos su talento una vez más. Castro Luciano, está impecable; su presencia escénica es total y su voz, su mirada, su personalidad nos abraza constantemente. Sebastian Holz, excelencia en escena; buen cantante, buen actor, histrionismo puro. Santiago Magariños, un actor eficaz; una actuación sensible, muy comprometida con sentimientos superpuestos, es el chivo expiatoria. Diego Vegezzi , gran artista; el cadete que interpreta, es el portavoz que está implicado contra su voluntad en esta hermosa y controvertida historia.

¡EXCELENTE POR DONDE SE LA MIRE!

Manuel Germano para Chapeau Argentina

"Una de las perlas del material, a mi criterio, es el ojo y la cabeza de Oscar Barney Finn, quien no solo logró trasladarnos a una época determinada (un trabajo muy complejo que cada director asume al dirigir una obra ambientada en un tiempo que no es el actual), sino que supo darle una variedad de matices al relato, a partir del texto de Demaría, logrando que la atención del público no se disperse en ningún momento. La historia está muy bien relatada y llevada a escena con oficio y sapiencia. Barney Finn supo, además, utilizar los elementos técnicos, para que estos se vuelvan funcionales a la historia, desde las luces, la música y la escenografía.

Del elenco, que cuenta con los protagónicos de Andrea Bonelli y Luciano Castro, se luce un hipnótico Sebastian Holz, que atrapa la mirada del espectador desde su aparición en escena, llevando adelante la composición de un personaje complejo al que el actor le encontró y explotó varios matices.

Bonelli y Castro, conforman una dupla sin fisuras, a ambos actores se los ve comprometidos en sus respectivos roles, dispuestos y con gran simbiosis en cada escena que comparten. Santiago Magariños lleva adelante un trabajo muy difícil, del cual se hace cargo con gran profesionalismo al igual que Diego Vegezzi."

Rafael Granado para Tangos en la madrugada, Radio La 2x4

EL DETERIORO MORAL, EN ELEVADO NIVEL ARTISTICO

"Las diferentes secuencias, elocuentes en su trasfondo dramático, con diálogos filosos, trazan un panorama inquietante, que desde la escritura lleva el sello incisivo de Demaría. Así las cosas, la puesta del talentoso Oscar Barney Finn exhibe un rigor extremo, armando cada escena con total austeridad. Con igual destreza elabora los diversos climas, que envuelven con exactitud los tramos tensos, o irónicos, o de rabia desbordada. Los momentos de la madre del cadete acusado y del teniente en el suelo o sobre la mesa ovalada impactan por su arrolladora exaltación sexual que, no obstante su potencia, eluden el mal gusto. En el terreno de la marcación actoral la mano de Barney Finn se muestra tan firme como siempre en su relevante trayectoria de director. Dentro de este panorama, la composición de Andrea Bonelli merece todos los elogios. Con riqueza de matices recrea a esa madre que defiende con uñas y dientes su encumbrada posición social, sus conveniencias, una mujer que deja al descubierto su orgullo desmedido, y de a ratos su ya mencionado apasionamiento carnal. La profundidad de la labor de Bonelli alcanza su punto culminante en los viscerales minutos del desenlace, impregnados de ferocidad. A su lado, Luciano Castro pega un giro muy valioso en su imagen de galán televisivo y ofrece una destacada actuación. El teniente a su cargo - hijo de un verdulero, que únicamente aspira a ascender en su carrera sin código ético alguno- transmite frialdad militar y calculado cinismo."

Azucena Ester Joffe para Lunateatral2

Amor, locura y muerte. "Una propuesta escénica que plantea el perfecto equilibrio entre la tensión de dos fuerzas que se atraen y a su vez se repelen, en tanto el espectro de la herencia familiar adquiere una dimensión excesiva. Un duelo, un combate, entre el amor y el odio, entre la obligación y la culpa, entre la deshonra y el qué dirán. Si el punto de partida es un hecho real, hoy nos estremece pensar el poder que tuvo y aún tiene la oligarquía argentina, siempre tan cercana a “las botas”, en nuestra historia nacional, y de qué forma está enquistada en nuestra sociedad. Andrea Bonelli (La Madre) y Luciano Castro (El Teniente) tienen la pregnancia y la solidez indiscutible que focaliza nuestra atención desde el inicio de la obra."

Christian Schmirman para Paratexto Mag

Sangre que no logra lavar la vergüenza. "Con una pulida puesta que ancla los sentidos en la desambiguación total, donde lo que es, es -vestuario representativo, actuaciones realistas- Juegos de amor… tiene algunos diálogos estremecedores y lúcidos (Bonelli, sobre la eterna guerra civil argentina), algunas escenas inolvidables (Holz, son su exquisito mix de Cabaret) y un final escalofriante. Teatro de género para indagar en un pasado que sigue escribiendo el presente. Teatro de género para indagar en un pasado que sigue escribiendo el presente."

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