Yo llevo un tango en el alma

Estaba escrita para el lucimiento de Alberto Castillo, por ese entonces, uno de los cantores más populares. El ambiente de la sala era similar al de un recital.

"No es tarea llana escribir una comedia cuyo protagonista, por bisoño, ha de hablar muy poco. Pero el señor Ziclis ha obviado el escollo con bastante soltura, urdiendo un sainete en diez cuadros, con sus atributos de buen humor, colorido y sabor popular entre cuyas escenas serpentea el tema para la primera figura: la carrera meteórica en la radio de ese muchacho criollo que lleva un tango en el alma. El principio es un acierto: una graciosa evocación de la ciudad en 1920, con el nostálgico comentario musical de los mejores tangos de entonces..." La Razón

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