Juana, sacrificarás/santificarás a tu hija

Es otra joven, actriz y directora, la que en este nuevo siglo recoge el martirio de Juana de Arco para mostrar una lectura personal, que coloca a la protagonista en un entorno de poder netamente masculino y la hace víctima de una discriminación que se fundamenta inconscientemente en el temor. Emilia Mazer, como autora de "Juana. Sacrificarás a tu hija", probablemente tomó como eje de su texto el de Bernard Shaw, pero se nota una reelaboración muy personal, además de agregados anacrónicos que acercan la problemática a los tiempos modernos.

De esta manera, Juana es víctima del juego del poder político y eclesiástico de la época, pero, a su vez , por su actitud decidida y provocativa, es una figura que desafía el predomino del hombre en determinadas acciones, como puede ser la guerra.

Mazer aprovecha el discurso de Juana para exponer la hipocresía de la clase gobernante y de algunos miembros de la diferentes iglesias que anteponen sus propios intereses al sentido de justicia, aunque a veces aplica un tono irreverente, sobre todo en boca de las santas Catalina y Margarita, que escapa de la provocación gratuita, pero sirve para ubicarlas dentro del contexto de la puesta.

Juana, a pesar de sus triunfos, muere por no acatar la voluntad de los poderosos, por no renegar de sus creencias, por provocar el temor de los espíritus pusilánimes, por negarse a abandonar sus ropas masculinas, en resumen, por haberse atrevido y por haber conseguido tanto siendo simplemente una joven e ignorante mujer.

Esta mirada queda expuesta a través de la marcación de los personajes, donde Juana se planta con una carnadura humana y un comportamiento inteligente frente a hombres que están más cerca, caricaturescamente pintados, de la estupidez, de la vanalidad y de la inoperancia.

Este enfrentamiento de caracteres es un incentivo para el humor, que, paradójicamente, no descoloca la seriedad del tema, sino que pretende despojarla de la solemnidad que envuelve las escenas del juicio.

Aunque el texto también incluye algunas escenas de la infancia, es en el período de su encarcelamiento cuando más se detiene la acción, como para subrayar la inconsistencia de la justicia para dirimir su caso.

La presencia del espacio

La concepción escénica que propone la autora, directora y también protagonista parte de las características del escenario de la flamante sala Angel del Abasto. A partir de este condicionamiento, Mazer se basa en el espacio para elaborar la puesta, lo que obliga, y aquí es necesario explotar la imaginación, a una síntesis que sin lugar beneficia el ritmo de las acciones.

Con apenas algunos detalles de escenografía, se pueden perfilar los distintos ámbitos que exige la pieza, donde se incluye la celda de reclusión. También hace su aporte creativo el vestuario, cuyo diseño si bien se ajusta a la época, aunque también con algunos anacronismos, luce vistoso por las telas empleadas y por el colorido de algunos trajes, que se contraponen al de la protagonista en una gama de colores pardos. A pesar de la triple tarea, Mazer no olvida la actoral y alcanza logrados instantes emotivos.

En cuanto a la marcación del resto de los personajes, algunos están más atentos a la exigencia caricaturesca y no cuidan la articulación de las palabras, que suenan empastadas y por momentos ininteligibles.

Escapan de este reparo Ariel Bonomi y Carlos Silva, que imponen presencia actoral sobre el escenario.

Quizá no sea ésta la versión más fiel a la historia de Juana de Arco, pero es una mirada joven que abre la posibilidad de otra lectura para restar solemnidad, y al mismo tiempo rescatar, a la figura de una adolescente que tuvo un sueño de libertad.

Susana Freire

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