Prueba IV: El tiempo

La Prueba IV consiste en escenas cuyo tiempo se desacelera al punto de parecer quietas. Esto genera que el acontecimiento/relato no progrese (o que progrese en su mínima expresión), mientras que el tiempo sigue transcurriendo.
Pensamos en una dramaturgia de tres direcciones condensada en el instante: lo que pasó antes, lo que va a pasar y una tercera, más extraña, un presente estirado.
Al ser imágenes o escenas ralentizadas, la sensación de tiempo cronológico queda obturada; por ende, el relato convencional de concatenación de acontecimientos se desvanece y, por el contrario, surge un relato de lo “instantáneo”, uno que ocurre de manera vertical y no horizontal.
La idea es generar una suerte de deformación del tiempo. Una extraña dilación. Y con ello una ruptura del tándem relato-tiempo.
En la mecánica clásica, el tiempo se concibe como una magnitud absoluta que mide la duración o separación de acontecimientos.
En mecánica relativista depende del sistema de referencia donde esté situado el observador y de su estado de movimiento.
Ilya Prigogine (Premio Nobel de Química) señala que la dirección del tiempo está relacionada con el aumento de entropía (desorden/pérdida de energía).
Las escenas supuestamente quietas se van degradando, transformando, evolucionando. Pero el relato en su concepción cronológica permanece en el mismo instante. Un instante que no podemos pensar como un punto sino como una unidad de valor respecto al relato. En esta “dramaturgia del instante” aparece algo que no se puede ver con facilidad en condiciones normales: una “otra cosa” (el Sentido) que está detrás y que, en la velocidad y la precariedad temporal de los momentos, no se deja ver, queda invisibilizado por la edición que nuestra propia estructura de percepción ejecuta.
Matías Feldman

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