Ojos de nácar

Una casa perdida en el tiempo y la marca de una obsesión por la mirada de los otros. Dos hermanas unidas por lazos incestuosos, un administrador que se hace cargo de los bienes y de ellas. Un triángulo que nada tiene que ver con el amor, sólo una lucha por el poder.

Podemos hablar de la obra de Guillermo Heras, "Ojos de Nácar", como la anécdota de una historia que se presenta casi a la manera de una película policial con ribetes de "psicokiller". Pero también podemos ver el texto desde el lugar del teatro mismo: un grupo de actores con su director intentando llevar adelante el montaje de una obra que nunca terminará de aparecer. En ese sentido la obra plantea la paradoja del ejercicio de "hacer" teatro: ensayar eternamente para crear un mundo de ficción que tiende a desaparecer una vez creado.

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