Amame

Cuando naces te regalan ropita rosa, luego en la infancia muñecas rubias y esbeltas que forjan tu ideal de belleza. Te sientan frente al televisor a mirar películas de princesas y novelas en las que la mucama siempre se casa con el chico rico y se convierte en la señora de la casa.
En la adolescencia comienzan las preguntas como "¿para cuándo el noviecito?", y se desarrolla el terror implícito porque antes de los 25 te tenés que casar. Si eso se extiende más allá de los 30 comienzan los comentarios que hacen alusión a tu reloj biológico, no vaya a ser cosa de que te quedes soltera y no puedas tener hijos. Es importante que antes de los 35 ya hayas concebido a la parejita.
Por eso te pasas toda la vida haciendo dieta para estar linda y que alguien te quiera. Por eso soñás con encontrar a tu príncipe azul. Por eso lloras desconsoladamente cuando el chico que te gusta no te mira, y creés que eso es el amor...
El amor, tal como lo conocemos, es una construcción social detrás de la que se esconde una macabra concepción mercantilista.
La culpa no la tiene tu abuela que te insiste con la dieta. La culpa no la tienen tus tías que se preocupan por que te cases, ni tus primas que te hacen escuchar canciones románticas. Todas ellas también responden a las imposiciones de la cultura. Ellas también las padecen.
Las más grandes y millonarias empresas alrededor del mundo tienen su base fundadora en el amor, y su capital se incrementa de manera directamente proporcional a tu deseo por ponerte el vestido blanco.
Esta obra se propone enfrentar al espectador con sus propios sentimientos de frustración, cuestionar sus necesidades reales; esas necesidades de las que saca provecho el mercado, esas que nos son comunes a todos. Al fin y al cabo esta obra es una necesidad. Una necesidad de risa, de llanto, una necesidad de amor. TODOS NECESITAMOS AMOR.

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