Mi hijo sólo camina un poco más lento

Con los sentimientos en primer plano, los actores escenifican la historia de Branko, un joven de 25 años que, desde su silla de ruedas intenta pasar inadvertido el día de su cumpleaños, generando un sinfín de reacciones por parte de su excéntrica familia que no acepta o niega su dificultad física. La obra transcurre en un día y ese día marca el paso de la negación a la aceptación. "Sentí la necesidad de trabajar un texto que me permitiera redescubrime como creador y desafiar mi intuición. Los retos son muchos y el más complejo es lograr despegarme de la versión que tanto éxito ha tenido en la vecina orilla, de la que todo el mundo teatral habló el año pasado. Cuento con la ventaja de no haberla visto y eso me permite trabajar con absoluta libertad y lejos de todo prejuicio" - dijo Begérez a la Revista de Socio Espectacular, entrevistado por Luis Vidal Giorgi; y agrega: "Centré mis energías como director en trabajar muchos aspectos que me desvelan, como son la genuina verdad escénica, el despojamiento de gestualidad superflua, la exploración del silencio como medio de expresión, la sutileza del mirar, un estilo homogéneo de interpretación y una actuación vibrante". Acerca de la temática de la obra y su tratamiento escénico, el director dice estar convencido que "esta obra provocará por momentos amargas carcajadas y otros, emoción pura. No hay moralejas y los mecanismos teatrales están a la vista de todos y son simples y a la vez, sofisticadas epifanías. Se trata de un encuentro de la poesía con el teatro. La historia de Branko repercute en todos, en los personajes y en los espectadores. Verán seres que lindan lo ridículo, lo patético y lo tragicómico. Es una casa en permanente movimiento, por rutina o por escape, nadie quiere permanecer demasiado tiempo en ella".
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